A propósito de la elaboración de la Constitución de la Ciudad de México, del Presupuesto Participativo y de la elección de Comités Ciudadanos, vale la pena reflexionar sobre la escala poblacional y la calidad de vida urbana a la que aspiramos.
Para fines ilustrativos, hagamos una comparación entre dos grandes urbes: Tokio y la Ciudad de México. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en la Ciudad de México habitan 8 millones 851 mil 80 personas. Cuenta con una densidad de 5 mil 920 habitantes por kilómetro cuadrado, y es el corazón de una zona metropolitana que comprende más de 21 millones de habitantes. Tokio, por su parte, cuenta con una población aproximada de 12 millones, una densidad alrededor de 12 mil habitantes por kilómetro cuadrado, y es el centro de una zona metropolitana que comprende 37 millones de habitantes. Hasta aquí las cifras son claras: Tokio es más grande que la Ciudad de México.
¿Qué ocurre con la infraestructura y servicios públicos? Tokio cuenta con una amplia infraestructura urbana, edificios, vialidades, áreas verdes, mobiliario urbano, transporte, etcétera. Caminar por la ciudad de Tokio y transitar por sus calles intuye que todo está planeado y funcionando a la perfección. Todo señalizado, semáforos de vehículos, bicicletas y peatones en cada esquina. Balizamiento en las calles y avenidas. Adaptaciones para personas con discapacidad. Las calles y avenidas bien pavimentadas. Las coladeras y tapas de registros en la vía pública están perfectamente alineadas. Incluso existen zonas en donde está prohibido fumar en la calle. En el caso del transporte público, los trenes y el metro están programados, uno puede saber en qué minuto va a llegar el siguiente tren, cuánto tiempo va a tardar en llegar a cada una de las estaciones, cuáles son las salidas de la estación. En los andenes, la gente se forma para esperar y entrar a los vagones; una vez dentro, está prohibido hablar por teléfono celular e ingerir alimentos y bebidas. En los parques ningún perro anda suelto sin correa, salvo las zonas exclusivas para ello. Ningún excremento canino en las calles. Los parques y jardínes están limpios. Tienen reglas claras, no se puede jugar con pelotas, no se puede gritar o poner música con bocinas a alto volumen. En las calles y parques no hay botes de basura, pero están limpios. La gente no deja residuos en espacios públicos.
En Tokio se vive una combinación de infraestructura, servicios públicos y cultura cívica. Guardadas las proporciones, pensemos por un momento que este tipo de vida urbana es la que queremos para nuestra Ciudad de México. Ahora, partiendo de que existen ciudades más grandes que cuentan con la suficiente infraestructura y servicios públicos de calidad, la pregunta obligada es, ¿qué pasa en la Ciudad de México? Lo primero que me viene a la mente es que el gobierno no está haciendo su trabajo. Y tiene sentido, puesto que los gobiernos son los responsables de proveer la infraestructura y los servicios públicos urbanos de calidad.
Lo segundo que viene a mi mente es ¿cómo construimos ese tipo de vida urbana para la Ciudad de México? Dos perspectivas al respecto. La primera es gubernamental. Es indispensable crear marcos normativos e institucionales que permitan diseñar y aplicar políticas públicas efectivas bajo estándares de derechos humanos, transparencia, rendición de cuentas y participación ciudadana. De aquí la relevancia de la Constitución de la Ciudad de México.
La segunda es social. Se requiere la participación de los ciudadanos: para priorizar las demandas y necesidades, para aportar ideas y soluciones, para vigilar que las cosas se hagan, que el dinero se utilice adecuadamente, que se apliquen las leyes, así para evaluar la actuación, exigir cuentas y responsabilizar a los gobernantes.
Sobre este punto, hoy en día existen oportunidades para participar en la mejora de la calidad de vida urbana de nuestras colonias y de nuestra ciudad. En este sentido, la Constitución de la Ciudad de México deberá reconocer, ampliar y potenciar los espacios y mecanismos para la participación ciudadana. Sin embargo, de nosotros depende aprovechar tales oportunidades. La participación ciudadana implica un cambio en nuestra cultura cívica, en nuestras actitudes y conductas respecto a los asuntos públicos; es decir, es un punto de inflexión en nuestro papel como ciudadanos.
¿Por dónde empezar? Un camino sería comenzar por lo más cercano a nuestra vida urbana: nuestras colonias. El próximo 4 de septiembre se llevará a cabo la Consulta Ciudadana del Presupuesto Participativo y la elección de los Comités Ciudadanos y Consejos de los Pueblos. Esta es una oportunidad para poner en práctica nuevas actitudes y conductas. Es una oportunidad para involucrarnos en la mejora de nuestro entorno inmediato. Es una oportunidad para hacer ciudad.
- Conoce los proyectos para mejorar tu colonia y participa en la consulta del Presupuesto Participativo. Aquí la liga: http://www.iedf.org.mx/sites/estupresupuesto/consulta.html
- Conoce las fórmulas integradas por tus vecinos y participa en la elección del Comité Ciudadano de tu colonia. Aquí la liga: http://www.iedf.org.mx/sites/estupresupuesto/ccycp.html
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