Dos escenarios, dan prueba fehaciente de las preocupaciones del presidente Andrés Manuel López Obrador. Prefiere ver la ansiedad y desesperación en medios y sectores por no felicitar a Joe Biden, que la ansiedad, angustia y desesperación de más de 100 mil tabasqueños y chiapanecos que, literalmente, viven con el agua al cuello.
Como si fuera intérprete de boleros, el primer mandatario cuestionó a los afanositos que consideran un falla diplomática su determinación de no mostrar su congratulación a quien, con toda seguridad será el presidente número 46 de Estados Unidos, comparando este proceso electivo como el que se vivió en México en 2006, donde -en su opinión- le arrebataron la primera magistratura.
En defensa de su postura de esperar a que se hagan oficiales los resultados de las elecciones en EU y no irse con la cargada, en la que habrían caído la mayoría de los jefes de Estado, enarboló los principios de no intervención y autodeterminación de los pueblos de la tradicional política mexicana, que parece más un acto de solidaridad con el candidato derrotado, Donald Trump, que un efectivo ejercicio diplomático.
De acuerdo con algunas filtraciones, al seno del gabinete hubo una fuerte puja para decidir si se felicitaba de inmediato a Joe Biden o no. Los responsables de una u otra postura deberán asumir las consecuencias, sin cuando fue López Obrador quién dio la última palabra.
Parece verdad de Perogrullo, que la presunta empatía entre el aún mandatario estadounidense y López Obrador tiene fecha próxima de caducidad y que su anhelo de “todo un sexenio me estaría contigo, no me importa en qué forma, ni dónde ni cómo, pero junto a ti” será irrealizable.
Ciertamente los vínculos entre México y Estados Unidos no sufrirán un cambio de 180 grados. El T-MEC es el marco regulador de buena parte de los tratos económicos, independientemente de los desaires lopezobradoriano. Sin embargo, los demócratas estadounidenses son partidarios de aplicar, de manera estricta y sin miramientos, el articulado del acuerdo comercial, lo que pondría en predicamento a ramas productivas, en especial en materia energética, electricidad e hidrocarburos, así como en el renglón de medio ambiente.
Tal vez este potencial y decepcionante escenario, generó en el ejecutivo mexicano un comportamiento menos empático con sus paisanos que llevan días de angustia ante la fuerza de la naturaleza. La gira de López Obrador por su tierra, le sirvió para mostrarse medianamente cercano a la gente, pero sin apoyos y acciones concretas que les ayudarán a mitigar su desgracia.
El ejecutivo anunció promesas futuristas, para evadir su responsabilidad por la desaparición del Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden). Y la Secretaria de Hacienda, a donde fueron a parar esos recursos, se guarda los dineros y no escucha las voces de tabasqueños y chiapanecos que le entonan: “no me cansaría de decirte siempre, siempre, que eres en mi vida ansiedad, angustia y desesperación”.
Si lo hace, seguramente merecería el reconocimiento de todos los mexicanos y no tendría que lanzarse contra lo que él llama pasquines inmundos, que únicamente informaron con base en lo que su equipo de prensa difundió y proporcionó a los medios de comunicación.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
En lugar de culpar al pretérito y aún presente, Joe Biden ha preferido preparar, desde ya, acciones y programas para solucionar los principales problemas que afectan a los norteamericanos. Aquí, López Obrador está más ocupado en cobrarle al pasado frustraciones y supuestos agravios.