Ni duda cabe que al presidente Andrés Manuel López Obrador y a los cuatroteístas les gusta la negritud; la oscuridad se ha vuelto su mejor aliada para ocultar los yerros de su administración, el incumplimiento de metas y los actos de corrupción que cada vez involucran a gente cada vez más cercana al ejecutivo federal. La penumbra en la que se mueven les permite también esconder tendencias autoritarias, en casi todos los campos.
Desde ese agazapamiento, trata de engañar al pueblo sabio y bueno, culpando a los de enfrente de llevar a cabo campañas negras y la existencia de hoyos negros que le impiden llevar a cabo sus proyectos cuando, en realidad, su gestión se ha caracterizado por el menosprecio a la ley. La mayoría que tiene el morenismo y sus aliados en el Congreso constituye el manto oscuro para disimular la existencia del Estado de derecho.
Desde la perspectiva del primer mandatario, lo único luminoso en el acontecer cotidiano del país son sus mañaneras, a través de las cuales puede demeritar al pasado que lo castigó, lo mismo que a todo lo que hacen o dicen los que no son parte de su claque.
Ejemplo de ello, es lo que dijo este martes, cuando sostuvo que la unificación opositora a su gobierno en “Sí por México” significa decir sí a la pobreza, a la corrupción, al clasismo y el racismo; buscan “echar abajo” la transformación que encabeza. En su opinión, lo que quieren es el retroceso, retrogradar, dar marcha atrás a lo que estamos haciendo, dar marcha atrás a la transformación. s
Un análisis serio de sus políticas nos lleva al modelo instaurado por Luis Echeverría, en la década de los 70’s del siglo pasado, por lo que cual la cuarta transformación que se pretende única y original, en los hechos es un refrito, pero con el agravante de la militarización de importantes ramas productivas.
La opacidad que caracteriza la entrega de actividades productivas a las fuerzas armadas, más allá de las capacidades que puedan o no tener para desarrollarlas, nos retrotrae a épocas de fines de la primera mitad del siglo pasado en Europa, cuando buena parte de la economía alemana se encontraba bajo el control de la milicia.
Además de lo anterior, en su búsqueda del tiempo perdido, López Obrador pretende con su perorata cotidiana devolvernos a la etapa de la mayoría silenciosa, tratando de acallar y evitar la organización de la sociedad, aunque busque a quienes se oponen a su realismo mágico, llamándolos minoría rapaz.
Todas estas expresiones el primer mandatario las lanza al aire sin ofrecer pruebas fehacientes que otorguen validez a sus dichos -igual que su partner, Donald Trump-, como sostener que en ningún momento perseguirá a sus adversarios, ni se realizarán auditorías a los empresarios que están financiando el movimiento “Si por México”, aunque la titular del Servicio de Administración Tributaria, Raquel Buenrostro, expuso que apretará la fiscalización a empresas para recuperar los adeudos fiscales existentes.
Como puede verse, la proclividad a las sombras del lopezobradorismo, es innegable. De otra forma, ¿por qué si las críticas a su gestión no tienen ningún efecto en la popularidad del primer mandatario, éste machaca y machaca sobre el tema?
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Durante las primeras inundaciones en Tabasco sí hubo un cálculo erróneo en el manejo de las presas, pero las mayores afectaciones -ocurridas desde el pasado fin de semana- fueron provocadas por el caudal de ríos no controlados por el sistema de presas, aceptó López Obrador. ¿Quién pagará los errores de cálculo?