Para concluir el fatídico 2020, el presidente Andrés Manuel López Obrador, con la investidura a todo lo que daba y vestido apropiadamente para la ocasión, consideró que la mejor manera de homenajear a los, en ese momento, 125 mil muertos por Covid-19, era sembrar un ahuehuete en su residencia palaciega como si ese gesto, en realidad ignominioso, fuera suficiente para compensar las pérdidas de su fallida estrategia de combate al coronavirus.
Bien a bien, cada uno de los árboles que previamente había sembrado en Palacio Nacional -ceiba, flamboyán, guayacán y maculí- el primer mandatario deberían haber sido monumentos que vea siempre y tenga presentes a los miles de muertos que ha traído consigo su nula gestión en materia de violencia y seguridad (feminicidios, homicidios dolosos), así como en salud (falta de medicamentos para personas con VIH o niños con cáncer).
Haber privilegiado los abrazos y no balazos en el combate al crimen organizado y la promoción de “detentes” y acciones propias del esoterismo para hacer frente a la pandemia, contradicen el lema de uno de sus programas insignia: “sembrando vida”, para volverse su antónimo en estos dos aspectos mencionados, donde las cifras de fallecidos son de escándalo para un país que no está en guerra y que tiene un gobierno que dice proteger a los más pobres.
En abril del año pasado, cuando sembró cuatro arbolitos en su temporal residencia virreinal, el jefe del ejecutivo manifestó: “Yo no voy a tardar mucho acá, espero nada más que ya estén grandes antes de que le diga adiós a este mundo, sino quedan para las nuevas generaciones”.
Es decir, en aquel entonces López Obrador mostró su estatura de estadista y sus anhelos de posteridad, al dimensionar la transformación que promueve con el número de arbolitos sembrados en Palacio Nacional. Visión que se ha visto reflejada en las políticas aplicadas durante 2020, en las que en vez de corregir las insuficiencias del sector salud, terminó por dejarlo en condiciones deplorables, con tal de ahorrarse unos pesos.
El creciente número de contagios y decesos de finales de año, lo condujeron a buscar apoyos y refuerzos para evitar el colapso del sistema sanitario; y a los tumbos agrega instalaciones, camas y equipamiento, tratando de evitar que la realidad lo desborde, como ya se presagia en la Ciudad de México y Zona Metropolitana, donde el deambular de personas infectadas se ha convertido en un viacrucis para ellos y sus familiares.
Implacables son las estadísticas que ubican a México como uno de los primeros lugares en el número de decesos a nivel mundial y el lugar de honor en cuanto a letalidad del personal de salud. Y ni así atienden las recomendaciones de los organismos internacionales de salud, de ser serios en el combate a la pandemia.
Por ello, no debe extrañar que los llamados presidenciales y de las autoridades sanitarias del país sean desoídos por buena parte de la población, pues a lo largo de varios meses fueron engañados de que el virus estaba controlado y que no era necesario el uso de cubrebocas, mostrándose muy orondas y poniendo el ejemplo.
Es tal la negligencia e impreparación que permea en toda la administración lopezobradoriana, que el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, afirmó en una de sus conferencias nocturnas que diariamente se vacunará con el antiviral a entre 6 mil y 8 mil mexicanos; es decir, que para inocular a todos compatriotas se llevarán más de 44 años, si únicamente se nos aplica una dosis.
Las declaraciones y acciones asumidas por la administración actual casi todos los campos, pero en especial en el sector salud, constituyen una afrenta al sentido común y a la salud de los mexicanos. Sembrar arbolitos dimensionan el verdadero tamaño de quienes, supuestamente, conducen los destinos del país.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Para el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, a mediados de 2021 se recuperarán los indicadores económicos pre pandemia. Sin embargo, hay que recordar que antes de la llegada del coronavirus, la economía mexicana se encontraba en recesión técnica, después de varios trimestres de números negativos en la evolución del Producto Interno Bruto.