Si analizamos con frialdad y no con “los otros datos”, las acciones de la administración cuatroteísta en el tratamiento para combatir el Covid-19, debemos concluir que los saldos ofrecidos son los de un gobierno de segunda, cuyo desdén por la pandemia es la principal causa de la situación emergente que se vive en varias partes del país.
Rebasado por mucho el escenario catastrófico, en cuanto al número de decesos, sigue el caos en las acciones del sector salud, traducido ya un severo impacto en la vida de los mexicanos en todos los rubros. El desaliento en pobres y ricos es notorio, al ver a las autoridades actuar sin ton ni son, impíos ante el dolor humano.
Hace 11 meses el primer mandatario aseguró muy ufano que en su gobierno “estamos preparados para enfrentar la situación del coronavirus. Tenemos los médicos, los especialistas, los hospitales, la capacidad para hacerle frente a este caso del coronavirus; en la medida en que se vaya desarrollando, presentando, vamos a atender los casos… serenos, tranquilos, tenemos capacidad para enfrentar esta situación”.
La realidad y la fallida estrategia seguida por la administración morenista están a la vista de todo mundo y no son como para sentirse exitosos ni orgullosos.
Un estudio del Instituto Lowy, “Índice de rendimiento de Covid”, ubica a México en el lugar 97 de 98 países, en cuanto al manejo de la pandemia. Ese lugar sin duda, es gracias al profesionalismo y valiosísimos servicios de Hugo López Gatell, que muchas naciones quisieran tener entre sus filas (López Obrador, dixit).
Conjeturas aparte, pocos días antes de contagiarse el mandatario cambió su punto de vista al ver al sector salud de su gobierno rebasado totalmente y sin haber podido domar la pandemia, acusa a las pasadas administraciones del desastre creado por su falta de honestidad al tomar decisiones.
Esa misma actitud se repite ahora con su mal llamado plan nacional de vacunación, diseñado sobre las rodillas, pues ni siquiera fue consultado con especialistas, sino diseñado con criterios electorales. Muestra de ello, son los apenas 2 mil 649 vacunados el 28 de enero, cuando un día antes el número de contagios rondó los 20 mil.
En otras palabras, el gobierno está perdiendo la batalla por su falta de planeación, sobre todo cuando se carece del abasto seguro del biológico, independientemente de la farmacéutica que los traiga.
Cada vez es mayor la creencia sobre la incapacidad oficial de garantizar la disponibilidad y calidad de los antivirales, por lo que el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, se vio obligado a decir que México no está comprando vacunas “de segunda” contra Covid-19. Pero lo más significativo fue cuando afirmó: “todas las vacunas que nosotros estamos en proceso de contratar tienen niveles de eficacia superiores a 94 por ciento”.
Al buen entendedor, pocas palabras. Lo expresado por el titular de las finanzas públicas revela que no se había hecho ningún contrato con laboratorios y que las que se están aplicando a la población son donaciones o muestras de las vacunas.
Si a esto se le puede llamar “misión cumplida”, como asegura el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quiere decir que además de impío, el gobierno de López Obrador ni siquiera alcanza a ser de segunda.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Tenemos presidente “prácticamente asintomático”.