Por Bernardo Farill
Hace ya casi un siglo, hubo una batalla y la ganó el automóvil. Desde entonces, la banqueta es el hábitat natural de los peatones. Las calles sí son exclusivas del automóvil pero las banquetas no son exclusivas de los peatones. De hecho, la gran mayoría de estas banquetas, en la ciudad donde vivo, están en terrible estado. Es curioso porque el arroyo vehicular —aunque tiene algunos baches— siempre está en mucho mejor estado que la banqueta.
En la Ciudad de México hay entre 17 mil y 22 mil kilómetros cuadrados de banquetas que habría que mantener en algún momento. Aparte, se considera que faltan 5 mil kilómetros cuadrados —que hoy no existen— bajo la premisa de que toda manzana debe estar rodeada de una banqueta con su guarnición (un dogma que hay que revisar).
En 2015, la Secretaría de Obras de la CDMX anunció el programa más amplio de mejora de banquetas jamás realizado, buscando mejorar más de 182 mil metros cuadrados de banquetas en vías primarias. A esto habría que sumarle las «intervenciones» que lleven a cabo las 16 delegaciones en las vías menores, pero recopilar esa información sería una labor investigativa no apta para este blog. O para cualquier humano.
Tenía ganas de hacerles una infografía comparando las cifras, pero la verdad es que no es práctico: un cuadrado con el área de 182 mil metros cuadrados (banquetas reparadas) tendría 426 metros de lado, mientras que un cuadrado de 17 mil kilómetros cuadrados (banquetas existentes) tendría 130 kilómetros de lado.
Otro ejemplo: el área de banquetas de toda la CDMX es similar a pavimentar toda la delegación Iztacalco, mientras que las reparaciones anunciadas por el gobierno de la CDMX equivalen a pavimentar el área que ocupa la Pirámide del Sol en Teotihuacán.
Esta minúscula intervención costará 102 millones de pesos y cubrirá solamente el .001% de las banquetas existentes. Supongamos que las delegaciones duplican esta cifra en vías secundarias, entonces tendríamos mantenimiento sobre el 0.003% de las banquetas totales. ¿Qué porcentaje de las banquetas estarán en mal estado? ¿El 10%? ¿El 50%? Si ustedes quieren que la CDMX o cualquier gobierno local arregle TODAS las banquetas, reconsideren gastar todos los ingresos fiscales solamente en eso. Es, pues, imposible.
¿Esto qué significa? ¿Que tenemos un gobierno inefectivo? Me temo que esta vez no tiene mucho que ver. Con este indicador no habría gobierno que se salvara. Sí, se puede considerar como un efecto secundario de una terrible política de planeación territorial. Para algunos significa que la intervención a banquetas debe ser altamente selectiva y estratégica. Yo creo que hay que cambiar las reglas del juego.
Los frentes de manzana de la CDMX suman 24 mil 619 kilómetros, esto es, el área frente a casas, comercios, oficinas, edificios de gobierno, etcétera. Comparen con los 40 mil kilómetros que tiene la circunferencia de la tierra. La banqueta mínima por reglamento es de 1.2 metros de ancho (hay menores) y cuando nos va bien, vemos banquetas de 4 ó 5 metros, con arcadas, árboles y jardines. Cuando nos va muy bien, los peatones tenemos toda la calle para nosotros.
Para encaminarnos a arreglar este problema yo propongo dos caminos conjuntos:
Primero, considerar seriamente NO hacer banquetas. Así es, leyó usted bien: no las hagamos. Las banquetas no son símbolo de progreso necesariamente, sino de segregación. Así, cada vez que se repavimente la calle, cubrimos de fachada a fachada y arreglamos dos pájaros de un tiro. Mejor hagamos parques. Si me preguntan, el máximo símbolo de civilización en términos de vialidad, son las calles compartidas, donde no hay banqueta. En Japón, por ejemplo, hay infinidad de calles sin banqueta y no por eso se acomplejan los japoneses. Al contrario, son símbolo de que los conductores respetan al peatón y de que el drenaje pluvial funciona y no se inundan las casas. «Ah, pero es Japón!» dirán algunos. Eso dijeron de las calles peatonales y de las ciclovías, y han funcionado en México.*
Segundo, donde sí haya que hacer banquetas, transfiramos esa responsabilidad a un privado. Cada lote o edificio debe ser responsable de tener buenas banquetas frente a su propiedad. Todos los comercios deberán invertir en banquetas decentes en su acceso. Eso obliga a todos los desarrolladores a dejar la banqueta como nueva después de construir. Todas las propiedades harán su pedacito de ciudad en su entrada. Obviamente, hay que poner reglas para que la calle no parezca de «chile, mole y manteca», y cabe mencionar que muchas ciudades e institutos de planeación ya tienen bien estandarizada su imagen de calles y banquetas. No sobraría acompañar esta medida de un incentivo fiscal, dicho sea de paso. Esto aumentaría muchísimo la capacidad financiera de un gobierno local (como para invertir en coladeras) y por otro lado no cargaría demasiado la mano sobre los propietarios de bienes raíces. Así pasamos de lo imposible a lo posible en un solo paso, faltaría regular lo probable.
Estas dos acciones no subsanan todo lo que habría que hacer, ni dejan al gobierno libre de responsabilidades. Las esquinas con sus rampas y accesos, la captación pluvial, el arbolado, los pasos peatonales seguros y la capacidad de mantener la infraestructura sin romper las calles seguirían estando del lado de la administración urbana —pero ahora tendrían más recursos para hacerlo.
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El cálculo de los perímetros de todas las manzanas de la Ciudad de México fue realizado por morlan.mx con el uso de un Sistema de Información Geográfica. El autor les está sumamente agradecido.
*En realidad dijeron: «¡Ah, pero son holandeses!».