Rosario Robles no obtendrá su libertad en este sexenio. Su decisión de acogerse al criterio de oportunidad, apenas le permitiría algunos beneficios, pero no su excarcelación.
Fuentes consultadas por En Corto confiaron que de aceptarse su petición (lo que la convertiría en testigo colaborador) la extitular de SEDATU del expresidente Enrique Peña Nieto, obtendría posiblemente una reducción de condena, al aligerarse los cargos pendientes que presente en su contra la Fiscalía General de la República, pero ello está sujeto a lo que esté dispuesta a ofrecer.
Las mismas fuentes señalaron que las expectativas de la Fiscalía y del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador son altas y que el desenlace se sabrá esta semana, luego de que el Ministerio Público se entreviste con Rosario Robles, en el Centro Femenil de Reinserción Social de Santa Martha, y ésta delinee lo que tenga en mente ofrecer a cambio del beneficio de la figura de testigo colaborador, el equivalente a la del testigo protegido, de Estados Unidos.
Las circunstancias nada favorables en las que se encuentra Rosario Robles hacen viable, como reza el requisito esencial de ese criterio, que hable “con la verdad”, lo que implica explicar todo lo que sabe acerca de la conocida Estafa Maestra y su eventual participación en el desvío de recursos públicos (cinco mil 73 millones de pesos) de los programas sociales hacia fines electorales.
La soledad y cuadro de depresión en que se encuentra, según nos confían fuentes del Penal, la exfuncionaria, más una eventual motivación de revancha en contra de su exjefe y excompañeros de gabinete, de oficina y de amigos priistas, que la han dejado completamente sola, hacen ver que la también exsecretaria de Desarrollo Social, puede hablar con la verdad e involucrar ya no sólo a su exoficial mayor, Emilio Zebadúa, al exdirector de Pemex, Emilio Lozoya Austin y al exsecretario de Hacienda, Luis Videgaray, sino a personajes de mayor calado.
Cabe recordar “el no te preocupes Rosario, hay que aguantar”, de Enrique Peña Nieto, aquel 22 de abril de 2013, cuando puso en marcha la Cruzada Nacional contra el Hambre. Ese día en Chiapas pronunció un discurso, que se interpretó, como un “espaldarazo” a la exjefa de Gobierno del entonces Distrito Federal, quien echa un manojo de nervios, pidió hablar con el Presidente, de manera urgente, previo a la alocución del mandatario.
Acto seguido, tras esa conversación, se escuchó a un primer mandatario, con voz clara y fuerte, pronunciar un discurso, al que le intercaló un mensaje sentido: “Rosario, no te preocupes, hay que aguantar porque han empezado las críticas, han empezado las descalificaciones de aquellos a quienes ocupa y preocupa la política y las elecciones. Pero a nosotros, a este gobierno, tenemos un objetivo claro, una tarea comprometida con los mexicanos, que es acabar con el hambre. Qué sigan aquellos, criticando las acciones, porque a otros los ocupan las elecciones, a nosotros nos ocupa y nos compromete a acabar con el hambre de México”.
Entonces alboreaba su sexenio y el 2018 se vislumbraba demasiado lejano.
Dicho espaldarazo le permitió durante varios años capotear el temporal a la exintegrante del STUNAM, cuya combatividad y afinidad ideológica con el movimiento de escisión en el PRI, que encabezó Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, en 1987-88, le permitió un acercamiento total con el hijo del general Lázaro Cárdenas, a grado tal que le delegó el cargo en interinato, luego que éste lanzara su primera candidatura presidencial, y que a la luz de las circunstancias y de muchos, ganó, pero le fue arrebatada por su contrincante del PRI, Carlos Salinas de Gortari.
Y fue precisamente en su gestión en la que afloraron los casos de corrupción, en los que el eje conductor fue invariablemente el empresario argentino Carlos Ahumada, con el que tiempo después, se supo, desarrolló una relación suigéneris, mezcla sentimental, política y negocios.
Y no por la sola relación misma, sino por lo que ésta desencadenó para su futuro y fama pública. El propio Ahumada narra en su libro Derecho de Réplica, de editorial Grijalbo, que Rosario Robles participó en la selección y edición de los videos de personajes como René Bejarano, Carlos Imaz y Gustavo Ponce, a los que él grabó dándoles dinero a los primeros, y jugando en los casinos de Las Vegas, al tercero.
Da testimonio de cómo Rosario Robles lo acompañó a citas con el expresidente Carlos Salinas, en el extranjero (Inglaterra y Cuba), y en su casa de México, para negociar sobre los videos, que a raíz de su multidifusión en Televisa, se convirtieron en videoescándalos.
“Salinas fue el cerebro, Diego Fernández, el coordinador, y yo el de los videos”, resumió Ahumada en su libro, en el que se cita también la participación del abogado Juan Collado, hoy también sujeto a proceso en un penal.
De acuerdo a la versión de Carlos Ahumada en ese libro, Rosario Robles participó en ese proceso con la doble intención de que Carlos Salinas la ayudara en la enorme deuda del PRD, del que ella era dirigente, y en que la apoyara para reformar la ley, para que ella pudiera contender, ahora sí por la vía constitucional, por la jefatura de Gobierno del entonces DF.
Y al estilo de la película El Padrino, de Francis Ford Coppola, Carlos Salinas operó. Al poco tiempo, Rosario recibió recursos de varios personajes, entre ellos del entonces diputado tricolor, Enrique Peña Nieto, sostiene Carlos Ahumada, quien da cuenta del sobrado interés de Carlos Salinas en que conociera al político mexiquense por su talento y por su gran futuro.
Más tarde Enrique Peña Nieto, sería gobernador y desde ahí construyeron su candidatura presidencial, en una presumible alianza con Televisa.
De ahí viene la relación de Rosario Robles con Peña Nieto; y si bien no logró ser nuevamente jefa de Gobierno, sí la hicieron titular de SEDESOL y de SEDATU.
El primer caso que conoció de parte de las autoridades delegacionales la entonces jefa de Gobierno sobre corrupción se detonó en la delegación Gustavo A. Madero donde hubo contratos para las empresas de Carlos Ahumada, pero no obras.
Rosario no hizo nada por frenarlos, y entonces sobrevinieron los demás.
A raíz de lo anterior vino el distanciamiento con sus compañeros de izquierda; más allá del arrepentimiento, Rosario buscó el cobijo del ya gobernador mexiquense, quien gozaba del apoyo del expresidente Salinas y del entonces poderoso Grupo Atlacomulco.
Rosario Robles fue bien protegida por el mexiquense, lo que generó un sinnúmero de malquerencias entre tirios y troyanos.
En tanto que para los socialistas ya no era aquella lideresa combativa del STUNAM, del Frente Democrático Nacional (FDN), con cuyas siglas contendió en 1988 Cuauhtémoc Cárdenas, ni aquella simpatizante activa del Consejo Estudiantil Universitario (CEU), cuyos máximos líderes fueron Antonio Santos, Imanol Ordorica y Carlos Imaz (exesposo de Claudia Sheinbaum), o del Movimiento al Socialismo, de Arturo Martínez Nateras (a la postre suegro de Antonio Santos), ni siquiera la compañera del intelectual, Julio Moguel, padre de su hija Mariana.
Para sus excompañeros, era poco menos que innombrable. Y ahí se gestó la debacle de Rosario Robles, y el actual es el contexto que definirá su futuro.