Como si se tratara de un bolero, “con el alma llena de amargura”, el presidente Andrés Manuel López Obrador pretendió descalificar el informe de la Auditoría Superior de la Federación sobre la Cuenta Pública 2019, su primer año de gobierno, que reveló irregularidades en el manejo de los recursos públicos, con su clásico: “yo tengo otros datos”.
El registro o manejo inapropiado de los recursos públicos que encontró le órganos fiscalizador, también se explica porque la Secretaría de la Función Pública “incurrió en discrecionalidad en las indagatorias que realiza, se resistió al proceso de fiscalización –al argumentar la suspensión de labores debido al Covid-19–, aplicó apenas 92 investigaciones de evolución patrimonial, cuando se presentaron más de 575 mil declaraciones patrimoniales, y ocultó información de un dirigente sindical, entre otras”.
De acuerdo con la ASF, la dependencia a cargo de Eréndira Sandoval, “resultó ser incongruente con la estricta aplicación de los principios de transparencia, rendición de cuentas, combate a la corrupción y a la impunidad que la propia dependencia federal impulsa en el ámbito de sus facultades”.
En otras palabras, la inacción de la SFP y de los órganos internos de control de dependencias e instituciones federales se tradujo en quebrantos a las finanzas públicas, lo que pondría en entredicho la reiterada afirmación del presidente López Obrador en que en su gobierno ya no hay corrupción.
En opinión del primer mandatario, la Auditoría Superior de la Federación “le está dando mala información a nuestros adversarios, y no debe prestarse a esas campañas… Y no sólo están mal sus datos, yo tengo otros datos y se va a informar. Me gustaría que ellos aclararan el dato del aeropuerto, que está mal. Si fuera así nos iba a costar el aeropuerto de Texcoco 600 mil millones de pesos. Vamos a aclarar y ojalá antes aclare la ASF.”
A su vez, la Función Pública rechazó los señalamientos de la Auditoría Superior de la Federación e informó que le entregó alrededor de 30 mil expedientes del trabajo que realizó en 2019, para contrarrestar el severo extrañamiento a su papel de vigilar la transparencia, rendición de cuentas y combate a las malas prácticas y corrupción de los servidores públicos.
Como es su costumbre, López Obrador prometió dar a conocer sus otros datos en un futuro incierto, al tiempo que demandó presentar una especie de informe alterno al ya hecho público. “Di que no es verdad, lo que murmuran de los dos”, casi clama el ejecutivo a la ASF, para que no se le compare con anteriores administraciones, donde año con año, salen a relucir fallas, omisiones y actos de corrupción.
Y ubicándose en modo bolerístico, el titular del ejecutivo bien podría cantar: “Dime que no es verdad / Que se envidia o maldad”, porque en realidad lo que más le caló fueron las observaciones sobre sus magnas obras -aeropuerto de Santa Lucía, refinería Dos Bocas y Tren Maya-, en donde no sólo se cuestiona el manejo de los dineros públicos, sino la viabilidad de las mismas.
En tanto se dan a conocer los otros datos presidenciales, es evidente que seguirá “con el alma llena de amargura” y muy probablemente veamos un incremento en la beligerancia de López Obrador en contra de quienes no comulgan por él, “sea por bien, sea por mal”.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
En casi dos meses, han llegado a México apenas dos de los 232 millones de dosis que asegura el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, menos del uno por ciento. Si eso es “misión cumplida”, entonces la vacunación de los mexicanos en poco tiempo es una utopía.