Cuando hablamos de contaminación, solemos asociar el término a la basura, a las emisiones atmosféricas, a las aguas residuales o a los desechos peligrosos, sin embargo, uno de los tipos de contaminación más persistente pasa inadvertida la mayoría de las veces, me refiero al ruido y la llamada contaminación acústica, pues según la Organización Mundial de la Salud es uno de los factores ambientales que más provoca problemas de salud.
Es que el ruido de un claxon en medio de un embotellamiento, el constante martilleo en una construcción o un avión sobre nuestras cabezas, son elementos cotidianos de la vida urbana y aunque parece que nos acostumbramos a ello, en realidad generan una serie de molestias que a veces no asociamos al ruido, pero valdría la pena poner atención, ya que el ámbito laboral se reconoce que el exceso de ruido puede generar hipoacusia o sordera, ambas reconocidas como accidentes de trabajo; en las áreas habitacionales la principal causa de ruido son comportamientos sociales no respetuosos, aglomeraciones, eventos, ferias, entre otros, y aunque las fuentes emisoras de ruido son variadas, causan un gran impacto a la salud.
El sonido se mide en decibeles (dB), una conversación a volumen normal emitirá unos 40 decibles, mientras que en discotecas o bares el nivel sonoro es de 85-120 dB, y el máximo tolerado por nuestro oído sin causar daño y en no mas de 8 horas es de 85 dB.
La exposición a sonidos fuertes, independientemente de su duración, provoca cansancio en las células sensoriales auditivas, lo que da lugar a una pérdida temporal de audición, por ejemplo, una persona que asista a un concierto interpretado a gran volumen puede salir de él con una sensación de ensordecimiento o zumbido en los oídos, y cuando estos sonidos son muy fuertes o la exposición se produce con regularidad o de manera prolongada el daño puede ser irreversible, generando que no podamos distinguir entre un sonido y otro; a nivel cerebral el área encargada de diferenciar los sonidos va disminuyendo el rango de frecuencia de sonidos distinguibles, también se produce un cambio en la velocidad de reacción de las neuronas que responden más lento y necesitan una estimulación sonora más intensa para captar los sonidos.
La pérdida de audición puede tener muchos efectos en nuestra vida, afecta el desarrollo social y educativo de las personas y su capacidad para desempeñarse laboralmente, además de la perdida gradual de la audición, las personas sometidas a entornos ruidosos pueden padecer mayor estrés psicológico y ansiedad, por lo que es normal que después de pasar un día en una manifestación o tráfico intenso nos encontremos irritables, con dolor de cabeza o ansiosos.
En niños pequeños la pérdida de audición provocada por ruido repercute en el desarrollo del lenguaje que puede desencadenar dificultades de aprendizaje, ansiedad y comportamientos que buscan llamar la atención, un aula ruidosa puede dificultar el rendimiento académico en áreas como la capacidad lectora, la comprensión, la memoria a corto y largo plazo y la motivación, ya que en general entornos de aprendizaje ruidosos producen calificaciones más bajas.
Antes la sordera se asociaba a la vejez y realmente es que se presenta por cambios en el oído interno ocurridos al envejecer, sin embargo, en la actualidad es la juventud la que está presentando problemas de audición debido a una exposición continua o extrema al ruido, los dispositivos electrónicos para escuchar música les han permitido estar todo el tiempo conectados a los audífonos, le van subiendo el volumen para aislarse del entorno y poco a poco van perdiendo la capacidad auditiva, también usar estos dispositivos en entornos como ir por la calle o andar en bicicleta aíslan la posibilidad de escuchar un claxon o grito de advertencia y puede provocar accidentes, por lo que es necesario disminuir nuestra exposición a ruidos para mejorar la calidad de vida y disminuir el riesgo de sordera, así como regular el ruido generado en la calle por fuentes fijas y móviles.