Fui niña de cuadro de honor hasta tercero de secundaria; el bachiller lo cursé en un Colegio de Bachilleres del Estado de Puebla, ahí fue donde mis maestros/as me impulsaron, y sin querer me motivaron, a participar en los temas de la vida pública. Cuando entré tuve que elegir una actividad paraescolar y como buena millenial crecí viendo al maestro Miyagi, así que soñaba con practicar un arte marcial, por lo que decidí participar a taekwondo.
Tenía un maestro super vaciado, nuestra paraescolar era los días martes y jueves antes de clase y los sábados en la mañana, el uniforme me lo prestó mi primo, (que por cierto me quedaba enorme); entrenábamos en un gimnasio muy cerquita del zócalo de San Martín Texmelucan, me fascinaba ir.
Esa actividad era de las pocas que tenía una cuota de recuperación de cincuenta pesitos al mes. Fui dos meses, los siguientes ya no tuvimos dinero para poder pagarla por lo que mi mamá me pidió que me anotará en otra actividad que fuera gratuita.
Mi mamá siempre se las arregló para que pudiera terminar mi bachiller, pues cada que se tenía que pagar la reinscripción o comprar los libros del nuevo semestre nos la veíamos duras, siempre me anoté para poder recibir un apoyo o beca y no tuve la suerte o un buen gobierno para salir beneficiada.
Cuando hice mi primera intervención en una asamblea pública, mi mamá tenía un año que había fallecido, me levanté enfrente de la gente viendo a mi tía-abuela y a mis hermanos/a y lo primero que dije fue: “Si yo participo es para que mis hermanos vivan en paz y en contextos sanos; porque mil veces prefiero ver el presupuesto público invertido en la banda joven que está a punto de desertar la preparatoria o en el doble de la pensión para los abuelitos, que en las mega pensiones para los expresidentes; si yo participo es porque creo que se puede hacer política de manera diferente, sin virreyes como gobernantes”.
Lo sigo pensando, y reafirmo: a pesar de ser un proyecto perfectible, nunca será igual a lo que vivíamos hace poco, pues hoy, hay un presidente justo, austero y honesto, que pone por en frente sus convicciones y lucha porque realmente se lleve a la práctica la famosa frase de “primero los pobres”.
Cuando Andrés Manuel López Obrador recorría el Estado de Oaxaca ya como presidente y entregó las primeras becas para los estudiantes de las preparatorias, supe que sería más difícil ver a banda joven que no concluyera sus estudios de prepa y cuando vi la foto donde Andrés le da la mano a una abuelita vestida con su mandil y sus dos trenzas de lado, supe que sería más difícil ver a adultos mayores vulnerados y en la soledad.
Ahora, el presidente anunció un aumento en las pensiones para adultos mayores de manera gradual de aquí al 2024, además de reducir la edad para que más y más adultos mayores puedan gozar de este beneficio.
Con esa y muchas otras acciones, la Cuarta Transformación está callando muchas bocas; las de todos aquellos que no creían en un cambio real y que hoy más que nunca, quienes impulsamos y entendimos que era necesario que México pasara de una época muy jodida a una llena de esperanza.
Sin ninguna duda, conforme la transformación avance y se refleje en cada uno de los sectores que conforman la vida pública nacional, el ejemplo de las pensiones para adultos mayores, se multiplicará y repetirá en otros programas sociales en beneficio de más grupos vulnerados, logrando que más personas a lo largo y ancho del país cuenten con políticas justas.
Ha valido la pena y la inmensa alegría.