Para el inquilino temporal de Palacio Nacional somos gente sin conciencia a la cual cree puede engañar con el falsete de la cuarta transformación, que nos la presenta como puerta para salir de la crisis, cuando en realidad quiere erigir la cerca que nos condene al encierro del autoritarismo.
López Obrador nos quiere vender la idea de que con él y solo con él los mexicanos alcanzaremos la justicia, el cambio, la seguridad y la democracia verdaderos o auténticos, que nunca ha explicado en qué consisten. En los hechos, su pretensión es que le cedamos derechos fundamentales, darle manga ancha a sus imposiciones.
Por lo visto durante en el primer tercio de la administración lopezobradoriana, hemos retrocedido en cada uno de esos rubros y en otros muchos, cuyas consecuencias se ven en la importante reducción del nivel de vida de millones de compatriotas, sin que ello se haya reflejado en una disminución de la corrupción o en el ejercicio pleno de las libertades conservadas en la Constitución.
Para hacer lo que su regalada gana se le dé, el tabasqueño se ha rodeado de funcionarios que han demostrado una incapacidad enciclopédica, de un poder legislativo incapaz de cambiarle una coma a iniciativas caprichosas y ahora busca el sometimiento del poder judicial y de organismos autónomos.
Dominado por sus arrebatos, López Obrador se ha convertido en el mandatario que más ha intentado pasar por alto lo dispuesto en la Carta Magna y el que mayormente hace ostentación de su absoluto desapego a la transparencia y rendición de cuentas del dinero de los contribuyentes.
Se dice humanista, pero es indiferente al sufrimiento de medio millón de víctimas fatales, muchas de ellas por culpa de sus políticas fallidas. También es el único mandatario que, como nunca antes, manda al carajo -según sus propias palabras- a sus gobernados para no mancillar la investidura presidencial.
Sus más recientes determinación de adquirir el resto de la refinería Deer Park, ubicada en Houston, Texas y presentarlo como un gran logro, en realidad anticipa que la de Dos Bocas, Tabasco, que se está construyendo no se terminará en tiempo y forma y mucho menos dentro de lo presupuestado.
Es otro más de los engaños presidenciales, pues si se hacen cuentas, resulta que la compra de la planta de refinación pudo haberla hecho con antelación y de esa forma ahorrarse los alrededor de ocho mil millones de dólares que costaría inicialmente Dos Bocas.
Hace unas semanas el director de Petróleos Mexicanos informó que el costo de la refinería de Tabasco tendría un sobreprecio, hasta ese momento, de 900 millones de dólares. Si no hay nuevos contratiempos, con esa cantidad pudo haber terminado de comprar Deer Park y aún le sobrarían 300 millones de dólares y el proceso de refinación ya estaría en marcha.
Además, de acuerdo con el Presupuesto de Egresos de la Federación para 2021, no se tenía contemplada la erogación de casi 600 millones de dólares, para la compra de la planta ubicada en Texas. Hecho que reafirma los moditos caprichosos y el no respeto a la ley de López Obrador.
La palabra falsete procede de falso -voz falsa, puerta falsa. Y justamente el primer mandatario nos ha demostrado, a lo largo de su carrera su proclividad hacia la falsedad en dichos y acciones. En él no hay nada verdadero ni auténtico.
En nosotros está quitarle el poder y eliminar cualquier posibilidad de que con sus engaños, quiera encerrarnos, cercarnos en su falsa transformación.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
El presidente López Obrador sostuvo que en materia de la compra de medicamentos, se viene avanzando mucho, en la adquisición de éstos en el extranjero. Se avanza, pero no llegan por la mala planeación gubernamental, que bien podría considerarse “auto sabotaje”.