Todo parece indicar que el momento gozoso del cuatroteísmo de que México tuviera un crecimiento del PIB superior a 6 por ciento, como han pronosticado varias instituciones financieras nacionales e internacional, será efímero.
El ya no tan pequeño rebrote de contagios por el coronavirus, que de acuerdo con el último reporte de la Secretaría de Salud superó las 19 mil personas en 24 horas y el aumento sostenido en el número de decesos, ponen en riesgo la determinación de mantener abiertas las actividades económicas.
Si bien es poco probable se vuelva a un confinamiento amplio, está visto que la mayor movilidad social de las semanas recientes ha servido de detonante en el incremento de la presencia del SARS-Cov-2, sin que el dinamismo en la vacunación sea suficiente para contener su propagación.
A pesar de los pesares, no puede desdeñarse su impacto en el ritmo económico, como se demuestra en el descenso que ya registra el sector de la construcción, que es uno de los indicadores clave, pues anticipa la futura evolución de las actividades productivas.
Otro factor que puede echar abajo los pronósticos del Fondo Monetario Internacional de que la economía mexicana crecerá 6.3% este año, es su apreciación de que, a nivel mundial, la aparición de variantes de virus altamente infecciosos podría descarrilar la recuperación.
Además, se acaba de dar a conocer la baja en la calificación de Pemex, de parte de Moody’s, porque la empresa estatal sigue sin capacidad de generar por sí misma los recursos para pagar sus obligaciones financieras y seguir operando.
Esta determinación se dio, no obstante que Petróleos Mexicanos tuvo utilidades por 14 mil 364.2 millones de pesos en el segundo trimestre de 2021. Recursos insuficientes para cubrir la deuda de más de un billón de pesos de la paraestatal, por más que su director, Octavio Romero, la considerara “un juicio sumario” y “nos avergüenza esta actitud de una calificadora”.
Por si esto no fuera suficiente, en fechas recientes se han hecho públicos los diferendos económicos entre los gobiernos de Estados Unidos y de México, en relación a varios rubros del Tratado de Libre Comercio, sobre todo en los renglones automotriz, laboral, energético y de medio ambiente.
A ello hay que sumar las distintas ópticas existentes entre Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador en asuntos internacionales, sobre todo las críticas del mandatario mexicano la política norteamericana hacia Cuba, lo cual podría conducir a un distanciamiento entre ambos gobiernos.
La conjunción de estos y otros factores, sin duda, tendrán efectos negativos en la evolución de la economía mexicana y en los niveles de bienestar de la población que, de por sí, ya venían con un deterioro a causa de la pandemia.
De acuerdo con los Resultados de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (Enigh) 2020, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), el impacto de la pandemia sobre los ingresos de los hogares mexicanos fue de una disminución real de 5.8 por ciento, en tanto que los ingresos por trabajo, cayeron 10.7 por ciento.
Así, las cuentas alegres de un crecimiento alto, pronosticados por el presidente López Obrador, parece se irán al pozo, pues no se materializarán, como tampoco sus deseos de disminuir las desigualdades, que cada vez son mayores en comparación con anteriores administraciones.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
México urgió este miércoles, en el Consejo de Seguridad de la ONU, a Israel a “respetar” los territorios palestinos ocupados. El representante de nuestro país ante Naciones Unidas, Juan Ramón de la Fuente pidió a Israel y a Palestina ejercer la máxima moderación y apagar las provocaciones.
@Edumermo