Después de casi 10 meses que se inició la inoculación en México contra el Covid-19, resulta que el grupo prioritario, los adultos mayores, únicamente el 77 por ciento de ellos cuentan con la dosis completa, cuando el compromiso gubernamental fue para el primer trimestre del año.
México ocupa a la fecha el cuarto lugar, a nivel mundial, en decesos por coronavirus, con un índice de mortalidad de casi el triple que el promedio internacional y tiene el honroso primer lugar en muertes del personal de salud.
Cifras oficiales, no los “otros datos de la realidad”, que explican con claridad la capacidad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, para atender la pandemia que, en números con evidencia científica, dan cuenta de más de medio millón de mexicanos fallecidos por esta causa.
La atención y combate al Covid-19 en tiempos del cuatroteísmo debe ser visto como un rotundo fracaso y, para no perder la costumbre y con un dejo de descaro, el mandatario mexicano pretende culpar a la Organización Mundial de la Salud por el retraso en la aprobación de las vacunas CanSino y Sputnik V.
Para seguir con la tendencia dicharachera de López Obrador, podríamos concluir que “el comal le dijo a la olla”, cuando señala que el organismo de la ONU ha actuado con ineficiencia y desidia.
Baste recordar la frase del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, cuando se recibieron las primeras tres mil vacunas: misión cumplida, que se tradujo en estirar la mano para pedir a Estados Unidos la donación de millones de dosis, alrededor del 10 por ciento del total recibido hasta el momento, a fin de no frenar aún más su plan de inoculación.
“No puede haber de por medio ninguna justificación de carácter político o ideológico, sería un absurdo que la Organización Mundial de la Salud actúe a partir de criterios políticos. Yo pienso que es más desidia”, arguyó el ejecutivo mexicano.
Se le olvidaron, acaso, sus decisiones para negarles la vacuna a médicos y personal de salud de centros hospitalarios privados, lo mismo a niños y adolescentes entre 12 y 17 años, o los medicamentos a infantes con cáncer, a los que el vocero de la pandemia Hugo López Gatell calificó de “golpistas”.
Y para dejar testimonio, López Obrador continuará enviando misivas, que casi siempre se quedan “en visto”, al no recibir respuesta. Adelantó mandará una carta a la OMS para que acelere el aval de emergencia de Sputnik V y CanSino, que no están reconocidas por Estados Unidos, lo que impide el viaje transfronterizo.
Es decir, su principal interés es que una vez decretada la apertura de la frontera con su vecino del norte, más mexicanos puedan ir a buscar trabajo a Estados Unidos y así presumir la entrada de mayores remesas como logro de su gobierno.
La vida de los mexicanos pasaría a segundo término en las prioridades presidenciales, con el fin de evitar que “la mafia de la ineficiencia” en el sector, encabezado por el subsecretario de Prevención de la Salud, sea declarada culpable.
Los cálculos de López Gatell cuando se recibió el primer embarque de antígenos, que servirían de base para la aplicación de la vacuna anticovid fueron fallidos. La logística, aplicación, farmacovigilancia y sistema de información seguido, desechó la experiencia exitosa alcanzada en el programa de vacunación de la influenza y ahí están los resultados.
Oye olla, dijo el comal.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Sin aclarar aún la participación de su personal en el tráfico de precursores para fabricar fentanilo, la Cofepris, emitió alerta sanitaria sobre la comercialización ilegal del producto Actemra (tocilizumab), en cualquier presentación, usado en otros países en pacientes con Covid-19.
@Edumermo