“El hombre absurdo es el que no cambia nunca”
Georges Benjamin Clemenceau
El significado de la Navidad en nuestros tiempos es, desgraciadamente, una especie de momento estático en el que nos vemos envueltos, a veces sin darnos cuenta. Es ese breve lapso en el que se vive dentro de una burbuja que, aunque sabemos que al inicio del nuevo año puede explotar, no nos importa que nos cobije un rato para poder olvidarnos de todo lo malo acontecido durante el año.
No obstante que la esencia de concordia ha perdurado a través del tiempo, pareciera ser que no terminamos de entender el verdadero significado de la Navidad: una sin resacas económicas y que no opaque la memoria colectiva, las enseñanzas que los golpes y las pérdidas de este año nos han dejado. Una que vaya de la mano de una verdadera educación financiera ante las deudas que aún se cargan, tras estos años de pandemia, falta de empleos y nuevas cargas impositivas.
La Navidad ciertamente es época de compartir, nos brinda una nueva oportunidad de ser mejores personas. El espíritu navideño está en no ser indiferentes al dolor humano y de todos aquellos que no tienen voz, o que dejaron sin voz.
En el caso del gobierno, por desgracia, esta temporada suele tentar a quien lo opera, a desentenderse de las responsabilidades públicas, lo que hace que se pierda el sentido del deber, el contenido que sugiere la obligación moral de representar a la ciudadanía con dignidad.
Desconocer el alcance de la omisión es complacer a quienes interpretan la política como espacio de impunidad, es incentivar a quienes ven el ejercicio público como el lugar ideal para el oportunismo y el absurdo protagonismo. Es ilógico creer que una política inestable es capaz de reaccionar, sin militarizar, frente a la exigencia de seguridad; es absurdo creer que la pobreza sólo se mide con indicadores de quienes tienen otros datos, y que no se resiente en cada una de las familias limitadas en su ingreso para poder contar con las mínimas necesidades que les requiere no sólo la época decembrina, sino el día a día.
Absurdo creer que en la política los tiempos pueden esperar mientras la realidad carece de momentos de sensatez y prudencia; absurdo creer que lo que no salió este año, seguro saldrá el que viene, porque sería justificar la inacción de quien no quiere entender.
Este año que termina nos deja de nuevo con una sensación de inseguridad sobre el porvenir de nuestras familias, ya que poco se avanzó debido a la insensatez y la burla de un gobierno que trata al mexicano de a pie como si le debiera algo, que condena al enfermo sin medicinas, que cree que quejarse o demandar justicia es de neoliberales, que castiga al que se subleva, y que poco le importa una pila de mujeres asesinadas y escondidas en una fosa común.
Por ello, en este último artículo del año, los invito a reflexionar y dar el mejor regalo que uno puede dar: su tiempo. Seamos sinceros y preguntémonos hace cuánto no ayudamos a un hermano o a un vecino, a aquella persona que nos brindó su confianza y no supimos valorar.
La respuesta no se encuentra en la división ni en los discursos de odio que se repiten cotidianamente para validar doctrinas, la solución está en nosotros… seamos parte de esa solución, unámonos y empecemos el año sumando no solo buenas voluntades, sino logros.
Deseo que el verdadero espíritu de la Navidad invada sus hogares, y que sigamos aprendiendo de las épocas de cólera…al tiempo.