Conforme pasan los días, el presidente sin nombre y sin estatua tiene que dedicar más tiempo a aclarar las acciones de su gobierno; la credibilidad presidencial disminuye por las constantes contradicciones en las que cae al tratar de defenderlas o, al menos, justificarlas, sin por ello convencer.
El caso de Pedro Salmerón, que se suma al de Félix Salgado Macedonio, por motivos muy parecidos, ilustra bastante cómo la visión presidencial cambia cuando sus intereses, deseos o caprichos sufren tropiezos.
Hoy, que de nueva cuenta enfrenta dificultades para hacer valer sus nominaciones, el ejecutivo clama: “Yo creo que tenemos que ir todos presentando denuncias ante las autoridades competentes y no quedarnos solo en la denuncia pública.
“Hay condiciones para denunciar, judicialmente, a quien comete un abuso, un ilícito. Todos tenemos que ayudar, porque si no, son campañas que se pueden echar a andar y no se actuaría con justicia.
“No se puede juzgar a nadie si no existe un proceso, de conformidad con la ley, si no hay pruebas”.
Argumentación a la cual no acude cuando se trata de fustigar al pasado o a sus adversarios, y ha preferido recurrir a la denuncia pública, convirtiéndola en linchamiento político en vez de buscar se haga justicia.
Han pasado años y hasta el momento el gobierno actual no ha presentado pruebas sobre la presunta corrupción habida en la construcción del aeropuerto de Texcoco y en el manejo de fideicomisos y fondos, con lo cual demuestra su escaso apego a la legalidad.
Estos son los dos ejemplos más sobresalientes, pero en realidad ha hecho de la denuncia pública, muchas veces sin fundamento, su ariete para presionar, amagar o agraviar a personas, grupos e instituciones como método de control.
El tribunal de la mañanera, funciona de forma selectiva y únicamente como plaza pública para el linchamiento de quienes no comulgan con el cuatroteísmo, siempre y cuando le dé ganancias políticas. Cuando se alude a sus compinches, dicha judicatura populachera se transforma en defensoría de oficio y oficiosa a ultranza.
Dice el refrán popular: tanto peca el que mata a la vaca, como el que le amarra la pata. Y en ese escenario se encuentra el mandatario sin nombre cuando acusa sin pruebas y no denuncia, como cuando defiende a cercanos que han cometido abusos o ilícitos.
En los casos de Pedro Salmerón y Félix Salgado Macedonio, existen denuncias por comportamientos sexuales poco éticos -para decirlo de manera suave-; denuncias que el mandatario innombrable desdeña y prácticamente deja indefensas a las agraviadas.
Con el senador compadre, insistió e insistió en que fuesen los guerrerenses quienes decidieran si lo querían de gobernador; finalmente las autoridades electorales lo descalificaron. Con el historiador, pide se presenten las denuncias ante el Ministerio Público; si actúa con independencia el Senado, no será embajador.
Voltear la cara hacia otro lado, cuando se trata de abusos e ilícitos cometidos por colaboradores y familiares, acusando de ser campañas de desprestigio, equivale a amarrarle la pata a la vaca.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Resulta que el “covidcito”, con más de 60 mil contagios en un día y sin ser tan letal, puede poner en postración a la economía mexicana que, de por sí, muestra signos de agotamiento.
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