Olimpia Coral Melo pasó de ser una víctima del ciberacoso por la difusión de un video con contenido íntimo sin su consentimiento, a ser la impulsora de la “Ley Olimpia”, que es la columna vertebral de la lucha para proteger a las mujeres en espacios digitales.
ESta ley, que castiga a quienes ejercen violencia digital contra las mujeres, fue aprobada primero en el estado de Puebla, y de ahí, con base en mucho trabajo y lucha, ha logrado sumar más entidades, como Guanajuato, Baja California Sur -donde ya hay un primer procesado- Durango, Yucatán, Chiapas, Querétaro, Veracruz, Nuevo León, Tlaxcala y Coahuila.
“Ha sido una lucha muy difícil. Desgraciadamente ha sido una conducta normal el hecho de violar la intimidad de las personas, sobre todo por la idiosincrasia y la normalización que se le da a la violencia, incluido el hecho de que por desgracia, las que hemos sido más publicadas somos mujeres o niñas, entre 14 y 35 años”, expresó Olimpia Coral Melo.
Pero su peregrinar por México para impulsar en los congresos locales que esta ley que lleva su nombre, fuese adoptada poco a poco, tiene un duro historial personal, que comenzó en 2013, cuando ese video en el que ella aparecía, fue compartido primero en WhatsApp y Facebook, hasta hacerse viral, tanto, que llegó a páginas de pornografía.
El video que cambió su vida y la de millones de mujeres
Su novio, con quien llevaba seis años y con quien a los 18 grabó un video en el que sostienen relaciones sexuales, terminó siendo compartido sin su permiso. Todos en su pequeña ciudad, Huauchinango, que es la cabecera del municipio que lleva el mismo nombre en el estado de Puebla, hablaban del video en el que aparecía Olimpia.
Pasó de ser conocida como “niña promesa” a ser “la gordibuena de Huauchinango”. El video fue difundido de manera masiva y aunque su novio de aquel entonces siempre negó haberlo compartido, el daño estaba hecho.
Súbitamente se encontró ante una espiral de violencia, porque en redes sociales hasta los más puritanos la ofendían y criticaban. Entró en una depresión, se encerró por ocho meses en su casa, en donde en tres ocasiones intentó quitarse la vida porque no encontraba una salida al acoso del que era objeto.
Una crisis que dio paso a la Ley Olimpia
Confiesa que tenía mucha vergüenza y un gran sentimiento de culpa porque sentía que era responsable y merecía todo lo que le pasaba por haber permitido que grabaran su cuerpo, hasta que con base en apoyo cambió esas emociones y buscó si existía alguna forma de castigar a quienes, sin su permiso, habían compartido el video. Lo que encontró, fue un gran vacío legal.
Invirtió los siguientes años de su vida en trabajar una propuesta que protegiera a otras mujeres como ella y castigara a quienes las violentaran.
El resultado de su esfuerzo llegó en diciembre de 2018, cuando el Congreso del Estado de Puebla avaló tipificar como delito, la difusión de contenido íntimo sin consentimiento, así como el ciberacoso. Las penas contemplan entre los tres y los seis años de prisión, convirtiendo a Puebla en punta de lanza. Hoy, otros estados como Oaxaca, Veracruz, Coahuila y Baja California Sur tienen penas que llegan hasta los 11 años de prisión para los agresores.
“Un hombre puede recibir un ‘pack’ o nudes por WhatsApp y erotizarse en un baño con las imágenes de una mujer desnuda, mientras en otro baño, una mujer está tratando de quitarse la vida por esa distribución no consentida de su intimidad”, expresó Olimpia. Con base en el conocimiento que hoy tiene de la violencia digital que se ejerce en contra de las mujeres, pide a quienes sean agredidas, que no tengan miedo y no se aíslen, porque solamente así podrán encarar cualquier tipo agresión y superarla.
Viene incluso derivado desde la narrativa de cómo le llamamos a esta violencia, la gran mayoría de las personas la conocen como la ‘porno venganza’. La venganza evade la responsabilidad del agresor, la ‘porno venganza’ vuelve a reiterar que la víctima quiso ser víctima y que por eso se debe justificar el hecho al agresor, cuando no debería ser así”, dijo, “la culpa siempre será del agresor