Por: Bernardo Farill
Ahí vienen los coches que se manejan solos. Qué increíble. Para algunos, como yo, llegan más tarde de lo esperado. Yo soy de los que están esperando a los coches voladores desde hace 15 años. Francamente, lo que me emociona de los coches que se manejan solos es que es un paso más hacia los coches voladores.
Hay muchos obstáculos todavía para que lleguen al mercado los coches voladores. En retrospectiva, el más irreal es pensar que todos vamos a aprender a ser pilotos. Si hoy no podemos manejar responsablemente a la derecha y la izquierda, ya me imagino con un volante que incluya “arriba” y “abajo”. Cuando hoy nos dicen que es “más seguro volar que ir en coche”, lo que no dicen es que el menor accidente al volar acaba en tragedia. Las colisiones a medio kilómetro de altura no acaban en yesos, muletas y una llamada al seguro. Arriba de 10 metros, todas las caídas tienen el mismo resultado.
Parece que me salto un paso y que como ansias. Y claro que sí: ya quiero coches voladores, pero todo apunta que no van a llegar ni tan rápido ni como lo imaginamos. Las ciudades van a tener que cambiar drásticamente. En la CDMX, para empezar, el aeropuerto nuevo ya no será viable porque sus rutas de entrada y salida pasan por encima de la zona urbana. La gente va a empezar a limpiar sus azoteas (ora sí) porque ahora van a ser la fachada principal de las casas. El tráfico va a tener que estar administrado por inteligencia artificial sí o sí. Los peatones van a estar un poquito más a salvo (excepto por lo que les pueda caer en la cabeza). Esto lo fantaseo suponiendo un gobierno responsable, pero tal vez el futuro tiene a alguien que interpondrá un amparo para poder manejar su turbonave en manual. O el gobierno de la ciudad decidirá no hacer examen para emitir licencias de piloto (porque qué opresión). Seguro lo vamos a averiguar. Seguro sufriremos las consecuencias.
Hay invenciones que llegan porque hay una cadena lógica de eventos y descubrimientos, como el correo electrónico, que nadie lo pedía, pero es la consecuencia lógica de que exista internet; y hay inventos que surgen porque hay demanda y nos apremian: los creados durante la carrera espacial, el plástico como sustituto del hule natural y ahora, los vehículos autónomos.
Fuera de fantasías a mediano plazo, los coches autónomos van a cambiar el panorama urbano: la posesión de los automóviles como símbolo de estatus pasará a segundo plano, se tendrán que establecer perímetros de exclusividad (primero por miedo a los errores de los autónomos, pero después por miedo a los manejados por humanos), necesitaremos menos semáforos y llegaremos más rápido con menores velocidades. Los vidrios entintados serán aún más comunes. Uber y Lyft nos sonarán a experimentos muy básicos en comparación a los esquemas de transporte público a los que habrá lugar.
Con la importancia que tiene la industria automotriz en nuestro país, no sería difícil que esta industria promueva pronto la creación de las primeras zonas donde legalmente puedan circular los primeros vehículos autónomos, como se ha visto en varias regiones de los Estados Unidos. La gente en Puebla o Aguascalientes puede ir remojando sus barbas. Eso, si hay gobernantes con visión y empresas responsables.
Lo realmente impresionante es que los vehículos autónomos van a llegar pronto porque no hemos sido capaces de dejar los malditos teléfonos celulares mientas manejamos. Esa es la verdadera razón. No es porque mueran decenas de miles de personas al año por accidentes viales. Es porque si nos dan a elegir, siempre habrá algo más interesante que hacer en el celular en vez de poner atención al volante. Estamos dispuestos a tolerar todos los accidentes que sucedan de aquí a que se maneje solo el automóvil con tal de no perdernos lo que pasa en Facebook y simular que somos personas muy ocupadas. Eso no lo vio venir ningún futurista.
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