Por: Ana Larrañaga
@anna_larr @contrapesomx
Este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó el informe de la comisión para acabar con la obesidad infantil, en el cual se detallan seis recomendaciones cruciales para enfrentar este problema. En dicho reporte se hace especial énfasis en los “alimentos malsanos”, definidos por la propia organización como aquellos altos en grasas saturadas, ácidos grasos trans, azúcares añadidos o refinados o sodio, es decir alimentos de alto contenido calórico y bajo valor nutricional. Dentro de esta categoría, podríamos clasificar a la gran mayoría de los productos ultraprocesados disponibles en todos los rincones de nuestro país (jugos de caja, panecillos empacados, galletas, embutidos, botanas, sopas instantáneas, cereales de colores para el desayuno de los niños y desde luego una enorme variedad de refrescos de todos colores y tamaños).
La disponibilidad de estos productos, sus precios bajos, y su constante publicidad en todos los medios, construyen, junto con las limitadas o en ocasiones peligrosas oportunidades para realizar actividad física, un entorno obesogénico para México. En otras palabras, todos estos factores representan un caldo de cultivo ideal para que el ciudadano elija opciones baratas, poco nutritivas, transportes o actividades sedentarias e incremente sus probabilidades de padecer sobrepeso u obesidad, que a la vez están fuertemente relacionadas con la aparición y progresión de enfermedades crónicas como la hipertensión y la diabetes tipo 2, entre otras.
El panorama no pinta bien para los países que, al igual que México, han hecho del consumo de alimentos malsanos un hábito gracias a estos ambientes obesogénicos, es por ello que el informe lanzado propone un enfoque en la infancia, etapa de formar hábitos que protejan la salud en el futuro, y lo hace de la siguiente manera:
- Promoviendo el consumo de alimentos saludables. Esto mediante la aplicación de programas integrales que faciliten la adquisición de alimentos sanos (como las frutas y verduras, leguminosas, cereales integrales y semillas), y reduzcan la ingesta de alimentos malsanos con énfasis en las bebidas azucaradas, a través de impuestos eficaces, elaboración de directrices sobre nutrición, difusión de información sobre los daños a la salud que la mala alimentación ocasiona, y etiquetados normalizados bajo criterios mundiales (desde luego, respaldados por la ciencia sin conflictos de interés), entre muchas otras acciones contundentes.
- Promoviendo la actividad física y reduciendo comportamientos sedentarios, velando que en las escuelas y espacios públicos existan instalaciones apropiadas para participar en actividades que impliquen gasto calórico y movimiento. (Propuesta que dicho sea de paso, en la Ciudad de México puede verse claramente entorpecida por las crecientes construcciones de edificios, oficinas, vialidades y centros comerciales a diferencia de las áreas verdes y canchas deportivas propuestas por la organización internacional).
- Integrando y fortaleciendo las orientaciones para la prevención de enfermedades no trasmisibles desde la atención prenatal. Y si, sucede que el enfoque del sistema de salud ha resultado “curativo” o paliativo en lugar de preventivo. Un diagnóstico oportuno de hiperglucemias o diabetes gestacional desde el embarazo, acompañado de su debido tratamiento, puede prevenir casos de obesidad infantil a futuro.
- Ofreciendo orientación para una alimentación saludable y actividad física desde la primera infancia con el fin de que los niños crezcan y se desarrollen de manera adecuada y adquieran hábitos benéficos. Desde luego, esto implica asegurar que en las estancias infantiles se ofrezcan alimentos nutritivos, realizar orientaciones ciudadanas claras sobre nutrición y proteger la lactancia materna exclusiva, empoderar a las madres, defender sus derechos laborales y de maternidad, y aplicar medidas normativas para las fórmulas artificiales, que poco aportan a la salud de sus consumidores y la economía de sus familias.
- Promoviendo entornos escolares saludables garantizando el acceso a agua potable en centros deportivos y de estudio (tristemente, una realidad aún lejana en México), estableciendo normas para las comidas y bebidas que se ofrecen y venden en escuelas, e incluyendo clases y materiales y sesiones educativas sobre nutrición y actividad física.
- Por último, la OMS propone ofrecer a niños y jóvenes con obesidad, servicios integrales (conformados por profesionales de la salud como médicos, psicólogos, nutriólogos, etc.) para el control de peso, centrados en la familia y en la modificación de estilos de vida malsanos. (Esto, contrario a las declaraciones de algunos miembros de la industria refresquera, que abogan en contra de las intervenciones de cambio de hábitos por ser consideradas un ataque o juicio de valor a las decisiones personales de los ciudadanos).
Las organizaciones de la sociedad civil miembros de ContraPESO, creemos que con la correcta implementación de las acciones propuestas por la OMS, y el debido seguimiento a lo largo del tiempo, este país podría controlar el incremento en las elevadas tasas de obesidad infantil. Todas las acciones son importantes, y si bien, hemos trabajado en la disminución del consumo de bebidas azucaradas, este texto permite visualizar que dicha medida es parte importante de una estrategia mucho más grande, y que sin duda debe mantener a todos sus engranes girando para funcionar.
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