Joaquín López Dóriga (Milenio) regresa de dos semanas de inactividad por vacaciones para escribir sobre un tema que continúa latente: la CNTE. «Coordinadora, crisis sin solución», lleva por título esta intervención. Acá un fragmento:
«Cuando en una discusión del memorable Tercer Grado el doctor Leopoldo Gómez preguntó cuál era el problema más grave de México, estaban en auge los grupos de autodefensa michoacanos, no dudé en coincidir con él: la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) por sus antecedentes de tiempo y militancia, por su radicalismo. Sus integrantes no son sindicalistas, son militantes de una organización con tintes maoístas y estructura paramilitar, reforzada por el control del presupuesto y política educativa…».
Dos columnas en un mismo periódico consagran el contraste impío de la corrupción: Por un lado, Sergio Sarmiento (Reforma) relata el despojo cruel de una una propiedad en Valle de Bravo a Mario Villalpando, hombre humilde que había mantenido a su familia ofreciendo un servicio de pensión y cuidado de lanchas a los vecinos (pues su terreno también colindaba con el lago); un decreto firmado por Eruviel Ávila avalaba el desalojo. Por otro lado, Guadalupe Loaeza (Reforma) comenta satíricamente la denuncia penal presentada por Javier Duarte, gobernador de Veracruz, a su virtual sucesor, Miguel Ángel Yunes, por «delito de enriquecimiento ilícito». En un texto que enumera las presuntas propiedades del panista, no deja de ser realmente irónico que la denuncia haya venido del protagonista de las empresas fantasma expuestas por Animal Político. «Ni a cuál irle», asevera desde el comienzo.
«La imagen sustituye al concepto», señala Federico Reyes Heroles (Excélsior) en aras de describir una de las múltiples características con la cual catedráticos y pensadores han tildado a nuestra sociedad. De aquí salta al «nuevo» populismo, a este «falso redentor» que acapara las vidas vacías de las personas y las incita a actuar en contra de lo alcanzado, lo civilizado: ISIS como ejemplo. El autor, divagando con posibles razones por las cuales los terroristas deciden cometer esos actos donde casi siempre se quitan la vida, encuentra un artículo en El País que logra justificar esta nueva tendencia en medios: No Notoriety, Don’t Name Them (¡No los publiciten!).
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