La crisis sanitaria generada por el COVID19 cumplió ya un año, y muchos países en el mundo presentan una segunda ola o nunca disminuyeron los casos, es por eso por lo que el desarrollo de una vacuna es la única esperanza de volver a una vida si no igual, al menos más parecida a lo que conocimos antes de esta pandemia.
Cuando un microorganismo entra a nuestro cuerpo, se instala dentro de las células y es capaz de multiplicarse en su interior, se produce una infección y los efectos de este exceso de gérmenes provocan la enfermedad, el sistema inmune es quien se encarga de identificar los organismos potencialmente peligrosos y atacarlos, le lleva tiempo encontrar la manera de arremeter contra el enemigo y desarrolla armas específicas para abatirlo, una vez superada la enfermedad el sistema inmune recuerda el punto débil del microorganismo y la forma de eliminarlo por lo que en una siguiente exposición la respuesta es mucho más rápida y eficaz.
El desarrollo de una vacuna simula la infección, pero sin desarrollar la enfermedad, por lo que las personas vacunadas al tener contacto con el microorganismo ya tienen las instrucciones dentro de su sistema inmune para reconocer y atacar, así se evita la enfermedad o que genere menos efectos, sin embargo, desarrollar una vacuna es un proceso largo y complejo que lleva de 10 a 15 años, e involucra organismos públicos y privados, sistema que se desarrollo y estandarizó en el siglo XX para generar una regulación en la producción de vacunas a nivel mundial, actualmente son compilados y recomendados por la Organización de Naciones Unidas.
La primera etapa en el desarrollo de una vacuna es la de exploración, donde se identifican antígenos naturales o sintéticos que podrían ayudar a prevenir o tratar la enfermedad, en general esta dura de 2 a 4 años; después viene la etapa preclínica y se usan células, tejidos y pruebas en animales para analizar sistemas más complejos y así evaluar la seguridad y capacidad inmunogénica, también sirve para sugerir la dosis inicial y el método seguro para aplicar la vacuna, proceso que puede durar de 1 a 2 años y descarta a todos lo que no generan respuesta inmune.
Luego se registra la solicitud para investigar un medicamento nuevo y al ser aprobado se somete a tres fases de prueba, en la fase I se evalúa por primera vez en humanos adultos, en la fase II incluye cientos de personas que pueden pertenecer a grupos de riesgo, la meta es verificar seguridad y capacidad inmunogénica y en la fase III las vacunas que tiene éxito en la fase anterior avanzan a ensayos más grandes con decenas de miles de personas en las que se administra de manera aleatoria la vacuna experimental, una vacuna para otra enfermedad o un placebo (solución salina); la meta es evaluar la seguridad y los efectos secundarios con una representación estadística que no fueron evidentes en grupos pequeños y todas estas etapas pueden durar hasta 4 años.
Una vez saldada la fase III se pide la aprobación oficial del producto para poder realizar la producción comercialización y distribución de la vacuna; son varias farmacéuticas y gobiernos que en un esfuerzo conjunto están elaborando estos protocolos a una velocidad nunca vista, hoy se experimentan para algunas vacunas las fases II y III, esperando pronto contar con un producto seguro y accesible para controlar la pandemia.