No cabe duda de que uno de los elementos fundamentales y más reconocidos de las fechas decembrinas es el famoso arbolito de Navidad, esta tradición la podemos ver cada año en la plaza de San Pedro en Roma, en Nueva York, en medio de una laguna en Río de Janeiro o en cualquier casa.
El adornar un árbol era una costumbre que las tribus germánicas (en lo que hoy es Alemania y Francia) y la empleaban para celebraba el nacimiento del Dios Sol y la fertilidad, en fechas cercanas a la navidad, sin embargo, el cristianismo reemplazó estos árboles por pinos, y lo adornaron con manzanas y velas que con el tiempo se transformaron en luces y esferas, esta tradición que data del siglo VII u VIII se exportó de Alemania a Inglaterra a finales del siglo XVIII.
El uso de árboles de navidad en México inició en la primera mitad del siglo XX y su consumo incrementó a tal medida que se hicieron aprovechamientos clandestinos talando bosques naturales, razón por la cual las autoridades forestales prohibieron el aprovechamiento de árboles provenientes de bosques naturales y el mercado nacional debía satisfacerse con productos importados de Estados Unidos y Canadá.
Con el avance de los procesos productivos y de ordenamiento ecológico se creo un programa federal para la producción de árboles de navidad, donde la SEMARNAT emitió un manual para dicha actividad logrando que en la actualidad de los 3 millones de árboles de navidad que se consumen en el país anualmente, el 40% sean producidos en México.
Las plantaciones forestales comerciales de árboles de navidad se presentan como una alternativa de producción, generando diversos beneficios económicos, sociales y ambientales, donde consumidores y productores satisfacen una necesidad de bienestar social; desde la perspectiva ambiental este tipo de plantaciones no requieren grandes superficies, por lo que la inversión puede ser accesible y la buena noticia es que gracias a la implementación del programa forestal se tiene la certeza de que habrá un sustituto por cada árbol que se corte, incrementando a su vez la producción nacional, evitando parte de la importación y contribuyendo así al Producto Interno Bruto (PIB).
Otro beneficio ambiental es la reducción de contaminantes que se emiten en la producción de árboles artificiales, se promueve la reforestación y reparación de zonas dañadas por erosión o tala clandestina y se favorece la generación de empleos, incluso, se ofrece la experiencia de compartir con la familia la selección y corte del árbol, disfrutando la convivencia en el bosque, admirar el paisaje y el aire fresco y fortaleciendo los lazos familiares al preservar la tradición.
Es muy importante certificar estas plantaciones comerciales para tener un control de los árboles que se producen y se talan por temporada, así como dar seguimiento a las actividades condicionantes de reforestación, limpieza de malezas, uso de insumos y mantenimiento de las áreas naturales. Las especies de árbol más utilizados son pino ayacahuite, oyamel o abeto y falsos abetos o pinabetes, estos se caracterizan por follajes verdes y densos, tronco recto, cónicos y simétricos.
Una vez finalizada la temporada, la mejor manera de disponer de lo que quedó del árbol es a través de los programas de recolección en centros de acopio que ofrecen distintas alcaldías en donde los árboles son procesados para fabricar composta o fraccionarlo para fabricar mulch que se emplea para proteger el suelo de procesos erosivos, permitiendo el desarrollo de microorganismos benéficos para el suelo.