La imagen de un cuerpo inerte a las afueras de un hospital del Seguro Social, explica en buena medida lo que ha sido la estrategia del gobierno federal para combatir el Covid-19; lo mismo las gráficas de las largas filas para conseguir tanques de oxígeno, en los crematorios, en los panteones y en muchos hogares donde la muerte sorprende a quienes no tuvieron oportunidad u opción de llegar a un nosocomio.
Al ritmo que se lleva en las últimas semanas, es muy factible que al terminar el invierno lleguemos a tres veces el escenario catastrófico que preveían el vocero de la pandemia, Hugo López Gatell. En realidad, la escenografía montada por las autoridades cuatroteístas, es para representar “Muerte sin fin”, el poema del autor tabasqueño -por cierto- José Gorostiza.
Las penurias que enfrenta un sinnúmero de mexicanos a causa del coronavirus estarían en coincidencia de alguna manera, con lo que describe Gorostiza en su escrito, a saber: “un desplome de ángeles caídos / a la delicia intacta de su peso”, que lejos de ser una “muerte niña”, ha sido una agonía dolorosa tanto para los que fallecen como para sus familiares.
De los 180 mil muertos -oficialmente reconocidos- que habrá en México al aproximarse la primavera, un buen número recorrió sus días postreros en completa soledad, lejos de familiares o seres queridos, cual si fuera una condena que, de alguna manera, lo ha sido por la miope visión de un gobierno impreparado y negligente al tomar decisiones.
En forma alguna tiene justificación que, en comparación con otras naciones, un menor número de contagios por coronavirus sea tan alta la cifra de fallecidos y mucho menos afirmar que el camino adoptado ha sido exitoso y se seguirá por la misma ruta, a pesar de que expertos recomiendan enmendarla.
La poca estima que siente el jefe del ejecutivo por sus mandantes queda evidenciada en los recursos que destinará en el presente año al sector salud, comparados con el dinero que canalizará a obras insulsas y que con seguridad se traducirán en pérdidas más que en ganancias.
Algo parecido acontece con el plan de vacunación que, por lo visto hasta la fecha, carece de pies y cabeza. Refractario a todo lo que no comulgue con sus ideas, López Obrador desdeñará la experiencia que pueden aportar los integrantes del sector salud para que el plan de vacunación resulte efectivo.
Para él lo importante es mantener los reflectores sobre sí mismo, para obtener la conmiseración que no siente por las víctimas de Covid-19, por feminicidio, por los niños con cáncer o por las personas con VIH.
Esa actitud presidencial, la retrata muy bien su paisano poeta cuando sostiene: “mientras nos recreamos hondamente / en este buen candor que todo ignora / en esta aguda ingenuidad del ánimo / que se pone a soñar a pleno sol / y sueña los pretéritos de moho”.
Aun cuando haberse contagiado de coronavirus y, por tanto, sentir -aunque fuese en forma leve- los estragos que causa, es poco probable que lo vaya a hacer cambiar de opinión sobre cómo impedir que la pandemia cobre más víctimas y empobrezca a un mayor número de mexicanos.
Y esto es así porque su proyecto de nación coincide con lo que en “Muerte sin fin” describe José Gorostiza: “como una red de arterias temblorosas, / hermético sistema de eslabones / que apenas se apresura o se retarda /según la intensidad de su deleite”.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
La Organización Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), fundada por Claudio X. González, utiliza un entramado muy parecido al de las empresas factureras para la evasión fiscal, aseguró la jefa del Servicio de Administración Tributaria (SAT), Raquel Buenrostro.