El presidente Andrés Manuel López Obrador jamás olvidará a los pobladores del México profundo, dando preferencia a los más necesitados, en especial a los mayas y a los indígenas de todas las culturas de México.
Así lo dejó de manifiesto en el Museo de la Guerra de Castas, en el municipio de Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo, en donde encabezó la ceremonia en la que el Estado mexicano pidió perdón al pueblo maya por cinco siglos de agravios: un hecho histórico nunca antes hecho por ningún presidente de nuestro país.
Ofreció las más sinceras disculpas no sólo como un imperativo de ética de gobierno, sino también por convicción propia al pueblo maya “por los terribles abusos que cometieron particulares y autoridades nacionales y extranjeras en la conquista, durante los tres siglos de dominación colonial y en dos siglos del México independiente”. “Durante el porfiriato se aprobaron las peores leyes de colonización, y ocurrieron las peores masacres”, sostuvo el Presidente.
Por muchos años y de muchas formas, se ha mantenido a los pueblos originarios en el rezago con evidente desprecio y agravios. No son comunidades con un pasado remoto sino comunidades vivas que han sufrido explotación y maltrato durante siglos: despojo de sus tierras y el consecuente desplazamiento.
En 1847 ocurrió un hecho emblemático en la historia de la resistencia indígena en México: el estallido de la llamada Guerra de Castas, un movimiento en el que el pueblo cuestionó las injustas condiciones socioeconómicas que los mantenía en la opresión. “En esa Guerra, el poder del Estado mexicano se ensañó cruelmente contra el pueblo maya en rebeldía, e incluso, el fin de ese episodio no significó una mejoría para ellos”.
“El pueblo maya permaneció a la sombra del pretendido desarrollo del siglo XX y ahora del siglo XXI, siendo excluidos del poder político y económico que les ha impedido ejercer su derecho a la autodeterminación, de ahí que este año de celebraciones por los dos siglos de consumación de la Independencia de México sea una oportunidad para la reconciliación nacional a partir del conocimiento de nuestro pasado y de sus errores”, comentó durante la ceremonia, Olga Sánchez Cordero, Secretaria de Gobernación.
El gobierno de México ha reconocido los agravios e injusticias que se han cometido en contra del pueblo maya, y está ante una nueva oportunidad para construir una nación que no permita que el pueblo maya sea violentado, despojado y excluido.
Debemos entender que somos una sola voz que se llama México, que pasa por la escucha de todas las voces.
Pedir perdón es por tanto, un acto necesario para mirar hacia el futuro y generar un cambio verdadero. Los mayas han luchado con dignidad para defender su libertad. Debe haber una relación de respeto e inclusión para el pueblo maya; cada uno de los mexicanos es heredero de una historia forjada por nuestros ancestros. El pueblo maya tiene una historia que contar y debemos escucharlos: éstos fueron algunos de los conceptos que se mencionaron en la ceremonia.
Con este acto, el Presidente de México y su gobierno quiere que miremos juntos hacia el futuro “con la confianza de que estamos sembrando una semilla de paz justa y digna. Uno de los frutos del perdón es la paz, hacia un México incluyente, justo y fraterno”, se agregó.
La disculpa pública al pueblo maya representa un paso histórico para continuar construyendo un país en el que todos quepamos, y como dijo esa mañana Ana Karen Dzib Poot, representante del Pueblo Maya al dirigirse al Presidente Andrés Manuel López Obrador y a los presentes:
“No se perderá la guerra aquí en esta tierra, porque ésta tierra volverá a nacer”, tal cual está escrito en los libros del Chilam Balam, que relatan hechos y circunstancias históricas de la civilización maya.