El presidente Andrés Manuel López Obrador concedió que acaso sería responsable de la muerte del asesinato del candidato de Movimiento Ciudadano al ayuntamiento de Cajeme, Sonora, Abel Murrieta Gutiérrez, pero nunca culpable. Está aceptación tácita de su responsabilidad debería considerarse para todas las víctimas de la violencia política, alrededor de 30.
La culpabilidad del gobierno por estos homicidios, no termina ahí. En los hechos, las fallidas políticas de seguridad y salud emprendidas por el cuatroteísmo ha cobrado la vida de alrededor de medio millón de compatriotas. Por la ineficiencia y negligente actuación en estos rubros, el gobierno federal no puede estar pensando en exculparse o como evadir su responsabilidad.
Si bien la totalidad de los homicidios no puede atribuirse en su totalidad al gobierno federal, sí le corresponde una importante porcentaje de la misma, porque no obstante que casi duplicó la presencia de las fuerzas armadas en tareas de seguridad, el volumen de homicidios se mantiene en niveles equiparables a los de países con conflictos bélicos.
El papel de la milicia y de la Guardia Nacional se nota más por la construcción de instalaciones y adquisición de vehículos y armamento que por su efectivo combate al crimen organizado. Eso explicaría los eventos en los cuales ambos agrupamientos han sido humillados.
Los niveles de impunidad superan el 90 por ciento y no se ve para cuándo darán resultado las acciones de combatir las causas de la delincuencia, organizada y no, los abrazos y no balazos. Lo errático de las acciones seguidas ya es motivo de inquietud en las autoridades de Estados Unidos.
Negarse a aceptar los errores en las políticas seguidas, es una manifestación más de la soberbia presidencial, que se traducido en el desdén de sus colaboradores para coordinar y sumar esfuerzos con los otros niveles de gobierno y en prestar oídos sordos a recomendaciones de especialistas y expertos en seguridad pública.
La presunción de sabelotodo del jefe del ejecutivo, lo ha llevado a hacer de lado a una buena parte de la población, que no comulga con sus ideas. Y no sólo eso; todos los días ofende a quienes osan poner en duda su evangelio bolivariano y trata de que su voz fuese la única y que los demás guardaran silencio, como momias.
Como eso es imposible en una sociedad democrática, López Obrador se siente agredido y le da por tirarse al suelo para que sus huestes lo levanten.
Fiel a su costumbre de quedar bien con el primer mandatario, el presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado de la República, Ricardo Monreal, aseguró que México vive momentos difíciles y que López Obrador, “resiste los embates de diferentes actores políticos de oposición e, incluso, una rebelión de órganos constitucionales”.
Desde la perspectiva del senador Monreal Ávila, que busca aprovechar el momento para posicionarse rumbo a 2024, los mexicanos no deberíamos chistar, sino aceptar con gratitud las agresiones mañaneras del primer mandatario. Según él, tendríamos que aplaudir el desastre gubernativo, reflejado en tener una economía lenta y dispareja, la inflación más alta de los años recientes, la falta de medicamentos, la ausencia de garantías y la cancelación de derechos fundamentales.
Resulta curioso que el cuatroteísmo, que ha hecho de la descalificación de los demás su deporte predilecto, ahora diga que el descontento social sea ”una clara muestra de enfrentar al ejecutivo con decisiones que afectan la tranquilidad y la gobernabilidad de la República”. Extraña manera de hacer un llamado a cerrar filas con el presidente Andrés Manuel López Obrador,
Una demostración más de la tendencia de culpar a los demás; argucia que ya nadie se traga. No ha sido Fuenteovejuna, es el gobierno.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
A la fecha, el total de decesos en México suman más de 220 mil, reconocidos oficialmente; cifra que es cinco veces y media la estimación catastrófica prevista por el vocero de la pandemia, Hugo López Gatell, que con ello da muestras fehacientes del 90 por ciento de honestidad y 10 por ciento de capacidad que tanto pregona AMLO.