El gran perdedor de la jornada electoral de este domingo es el PRI de Alejandro Moreno. Aunque su dirigente nacional ha guardado un silencio sepulcral, las voces al interior del tricolor y de la verdadera militancia ya empiezan a pronunciarse, pidiendo su renuncia, tras su rotundo fracaso.
El PRI perdió todas sus gubernaturas en juego. Cedió los ocho estados que aún gobierna, reflejo del descuido y abandono de sus mandatarios estatales y de la dirigencia nacional antes y durante el proceso electoral.
Don Alejandro descuidó el escenario nacional por concentrar sus energías en la elección de Campeche, la cual tampoco pudo mantener, a pesar de imponer como candidato a su sobrino, Christian Castro, quien no sólo perdió la gubernatura, sino que terminó en un doloroso tercer lugar.
Pero ahí no para todo, el abuso de ‘Alito’ excedió y, pronto, junto con la mayoría de su Comité Ejecutivo Nacional, se harán de la bancada priista en San Lázaro, ocupando las posiciones plurinominales que se agandallaron. Aseguraron su futuro, por encima de la militancia que trabaja pie a tierra.
No cabe duda, que poco le importa el priismo al líder nacional. Su obsesión por ser candidato presidencial lo ha hecho pecar de soberbio.