Con ese hablar ralentizado que lo caracteriza, que vuelve pesado y aburrido escucharlo repetir hasta el cansancio su perorata matutina: de nosotros los buenos y los demás los malos volvió, muy ampón, a descalificar a la clase media y a los medios de comunicación y periodistas del país, porque le sacan sus trapitos al sol.
Casto y puro como se autodefine, el presidente López Obrador no puede ocultar el enojo y decepción que le causaron los resultados electorales de principios de mes y la desgracia de la Línea 12 del Metro, pues le vinieron a descomponer su juego sucesorio y mostraron que no es invencible.
Hace apenas unos días, el primer mandatario se ufanaba de la fuerza de su movimiento, presumiendo que ni la suma de todos sus adversarios actuales y del pasado inmediato y remoto, pudieron quitarle la mayoría en la Cámara de Diputados y, además, haber conseguido 11 de 15 gubernaturas en disputa.
Perder 14 millones de votos no es fácil digerir, sobre todo para alguien como López Obrador quien ya se veía con el poder absoluto en sus manos, por lo cual ha decidido remover a varios miembros de su gabinete que, desde su perspectiva, no dieron el ancho en sus funciones, o bien porque le jugaron a las contras.
Sin embargo, por el mal gobierno realizado en dos años y medio, le fue imposible alcanzar el carro completo al que tanto aspiraba y que sería una manifestación del beneplácito a su gobierno.
Los hampones –que de acuerdo con algunas definiciones no sólo se refiere a quienes cometen acciones delictivas, sino también ahí se ubican el fanfarrón, el perdonavidas y el valentón-, por tanto, están tanto en la sociedad como en el sector público.
Gran parte de los integrantes de los poderes ejecutivo y legislativo actúan como miembros del hampa, en especial cuando se trata de modificar las normas que rigen la vida de los mexicanos. La aseveración de “que no le cambien ni una coma” a las iniciativas promovidas por el tabasqueño es fiel testimonio de ello.
Esta manera de pensar no comulga con su apotegma de que “el pueblo da y quita”; por eso, la nueva composición de la Cámara Baja le causa escozor, pues esa pérdida de apoyo ciudadano tiene sus raíces en el “hampa de la ineficacia” que predomina en su gabinete.
Ineficiencia originada, a su vez, por la megalomanía presidencial, que le impide aceptar que no cuenta con la confianza de, al menos, la mitad de la población.
Obnubilado por sus otros datos, para el primer mandatario todas las desgracias que ocurren en México, primero, provienen del pasado; segundo no son su culpa y, tercero, nunca son graves, pues su gobierno todo lo hace bien.
Por eso, henchido de su supuesta superioridad, aunque las cifras reales digan otra cosa, el titular del ejecutivo atribuye a la prensa los descalabros tenidos. En vez de la “minoría rapaz”, ahora culpa al “hampa del periodismo”, por dar cuenta de la realidad, que es la que desmiente sus dichos.
Asimismo, a los grupos sociales de ingresos medios los tilda de manipulables cuando no aceptan su catecismo y estrategias cuatroteístas que, muy ampón, dice son ejemplo para el mundo. Postura similar a la asumida por Luis Echeverría y su tercermundismo.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
¿La disposición del empresario Carlos Slim a participar en la rehabilitación de la Línea 12 del Metro, sin precisarse los términos de la misma, sería una forma de darle carpetazo a la desgracia, que no haya culpables y cobre vigencia la impunidad, porque de esa manera estaría salvando a dos de los aspirantes a suceder a López Obrador?
@Edumermo