Curiosa la manera en cómo el primer mandatario mexicano se viste y desviste con la investidura presidencial. Andrés Manuel López Obrador ha convertido en gigantesco camerino Palacio Nacional, para demostrar que, en su caso, se la puede poner para recibir a Carlos Slim, y quitársela para negarle una entrevista al gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles.
Cuando tomó posesión el 1 de diciembre de 2018, López Obrador fue investido con el cargo más importante del país y juró, como lo señala el Artículo 87 Constitucional, respetar y hacer respetar los ordenamientos que de ella emanen, entre ellos el de servir a todos los mexicanos sin distinción.
Sin embargo, apegado a sus propios usos y costumbres –no siempre ubicados en el marco de la ley- el titular del ejecutivo, hace un uso caprichoso de la investidura, como si por momentos pudiera abandonar su alta responsabilidad: en estos instantes soy presidente y en estos otros no, cuando es una distinción de tiempo completo.
En ese sentido, si tomamos en sentido estricto lo expresado este martes por López Obrador, quien descartó recibir en su despacho al mandatario michoacana, Silvano Aureoles, debido a que “tiene que cuidar la investidura presidencial”, implicaría que en la descuidó en su encuentro con el principal hombre de negocios de México.
La negativa a recibir al mandatario de Michoacán que, presumiblemente, le iba a entregar pruebas de que Morena es un “narcopartido”, dijo es un asunto que tiene que ver con las elecciones y para eso está el INE y el Tribunal Electoral y si se trata de una acusación sobre un ilícito hay que acudir a la Fiscalía”, explicó.
Ayer recibí a tres gobernadores: al de Chihuahua, de Morelos y el de Jalisco, pero para tratar asuntos relacionados con programas para el desarrollo de estos estados, no puede yo estar recibiendo a autoridades para atender cuestiones electorales o acusaciones de tinte político-electoral, no me corresponde eso”, indicó López Obrador para justificar su actuación selectiva.
Hay que cuidar la investidura presidencial, hay que respetar la investidura presidencial”, recalcó. Pero no hizo lo mismo al recibir a Carlos Slim, cuyos asuntos tendrían que ver, si son materia de inversión, con las secretarías de Hacienda y de Economía.
Pero si los aspectos a tratar eran relacionados con el derrumbe de un tramo de la Línea 12 del Metro y su rehabilitación, el dueño de Grupo Carso debería de haber acudido con la jefa de gobierno de la Ciudad de México o con la Procuraduría de Justicia de la CDMX, donde se ventilan tales asuntos.
La investidura presidencial, como se observa, el primer mandatario la utiliza más como capa o barrera de protección cuando son temas que no son del agrado o no va a obtener rendimientos políticos; en cambio, la presume con personas o grupos afines a sus proyectos.
En otros momentos, de plano, la deja colgada en un lugar recóndito del clóset cuando abandona su papel de presidente de todos los mexicanos y se dedica a denostar a quienes no comparten su proyecto, o cuando asume su papel de jefe de campaña y líder de Morena o se entromete en temas electorales.
La investidura presidencial no puede ser de contentillo ni cambia según la temporada o estar sujeta a la politiquería de su portador. Es un asunto de dignidad de México como país, por lo que al titular del ejecutivo le corresponde darle lustre siempre y no utilizarla como quitapón, a conveniencia.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Tras perder ocho gubernaturas, el liderazgo de Alejandro Moreno en el partido Revolucionario Institucional parece haber entrado a un callejón, en el que los distintos grupos y corrientes empezaron a sacar a relucir cuchillos y estiletes. Con seguridad, nadie saldrá ileso de este trance y dejarán un partido debilitado y a merced de intereses que pueden tener poco que ver con el priismo.
@Edumermo