Por el profundo humanismo y amor al prójimo que profesa el presidente Andrés Manuel López Obrador no tomará la “decisión absurda e inhumana de declarar la guerra al narco”, para buscar legitimidad o quedar bien con el gobierno de Estados Unidos, como lo hizo Felipe Calderón; es decir, seguirá la táctica de abrazos, no balazos.
La postura presidencial es entendible, sobre todo si “se portaron bien” el día de los comicios, aunque antes y después de la jornada electoral hayan dejado un reguero de muertos, incluidos actores políticos y candidatos, luchadores sociales y periodistas como nunca antes.
De hecho, López Obrador reconoció, de manera implícita, que en México no hay una paz completa; en sentido estricto, sin ella, tampoco puede presumirse de un ambiente de tranquilidad.
En la mañanera del lunes 5 de julio, manifestó: “y estamos haciendo un esfuerzo para garantizar la paz, no con los métodos de ellos, no con el exterminio, no con masacres, no con la guerra, (sino) atendiendo las causas que originaron la violencia en el país”.
Y aseguró más adelante: “vamos poco a poco avanzando, pero a lo seguro, para pacificar al país”.
Esto quiere decir que en México existen regiones donde no hay paz; y en muchos lugares la tranquilidad es una quimera, pues las posibilidades de ser objeto de un delito o la muerte son elevadas, en tanto el método lopezobradoriano empieza a dar resultados.
Y mientras, la delincuencia organizada sigue disputándose territorios a sangre y fuego, sin que las fuerzas armadas y la fortachona Guardia Nacional –tiene el doble de elementos que la Policía Federal- puedan actuar con inteligencia y atingencia para frenar enfrentamientos y masacres.
Los cerca de 100 mil homicidios dolosos con los que terminará la primera mitad del gobierno de López Obrador, de los cuales alrededor del 10 por ciento corresponden a feminicidios muestran que la nano contención en los asesinatos es insuficiente y no da confianza sobre la capacidad oficial para garantizar paz y tranquilidad.
Como es su costumbre cuando algo no da los resultados esperados, el titular del ejecutivo se evade y le da por entrar en disquisiciones encaminadas a asegurarse un lugar en la historia de México y que su nombre quede grabado, con letras de oro, en el Palacio Legislativo.
Además, saca a relucir el aspiracionista que lleva dentro. Así como se ha propuesto “crear una nueva clase media” a su imagen y semejanza, que le garantice la vida eterna a su proyecto; para combatir al crimen tiene proyectado “crear una nueva corriente de pensamiento para tener una sociedad mejor”.
Algo así como su nuevo modelo de análisis económico que trascienda la pura medición del Producto Interno Bruto y demás indicadores reconocidos internacionalmente y que luego de un año, parece haberse quedado en el tintero, como muchas de sus promesas.
Esperemos que, si quiere garantizar la paz y tranquilidad de los mexicanos, López Obrador abandone el estilo paquidérmico característico de su gobierno, apresure y depure métodos para disminuir los niveles de violencia e inseguridad. De otra manera, sus muertos serán un escándalo. Es su responsabilidad.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Haber incluido a la titular de Energía, Rocío Nahle, entre los posibles candidatos de Morena a la primera para 2024, obedece más a una forma de decir que no habrá cambio en esa dependencia, a que sea una verdadera alternativa. Sus posibilidades dependen de lo que suceda con las suspendidas reformas a las leyes de Hidrocarburos y de la Industria Eléctrica y su impacto en el T-MEC.
@Edumermo