Sin evidencia científica, pero sí con invidencia esotérica e ideológica es como se ha manejado la pandemia en México. Primero fue que el coronavirus no era más dañino que el H1N1; después, que bastaba con estampitas milagrosas y detentes para no contagiarse; que la pandemia ya estaba domada antes de la segunda ola; y ahora que la tercera es un pequeño rebrote.
Lo único cierto es que, con números oficiales, estamos a días de llegar al cuarto de millón de decesos por Covid-19, cuatro veces más la cifra catastrófica prevista por el vocero de la pandemia, Hugo López Gatell, cuya desconexión de la realidad cada vez se hace más evidente.
Como diría Albert Camus: “todas las desgracias del hombre provienen de no hablar claro”. Y eso es precisamente lo que han hecho el presidente Andrés Manuel López Obrador y el subsecretario de Salud, al negarse a aceptar que se equivocaron en cómo prevenir y controlar el virus.
Ser el cuarto país a nivel mundial, por el número de fallecimientos, con una de las tasas más altas de mortalidad y el primer lugar en el número de contagios entre el personal de salud, son pruebas fehacientes de que las medidas adoptadas estaban y están apartadas de las evidencias y recomendaciones sugeridas por los organismos internacionales de salud.
El realismo mágico al que es asiduo el primer mandatario, combinado con un mal entendido ahorro en los recursos públicos -dinero de todos los mexicanos-, implicará un gasto exorbitante, si es que el gobierno cumple su palabra, en ayuda a los deudos de los muertos por coronavirus.
El presidente Andrés Manuel López Obrador prometió entregar 11 mil 600 pesos por cada uno los fallecidos, que hasta la fecha implicaría un monto superior a los 2 mil 780 millones de pesos.
Desde hace varios meses, se ha omitido mencionar cuántos son el número de apoyos funerarios otorgados por la administración cuatroteísta. Esperemos que el compromiso presidencial sea cumplido a cabalidad y no caiga en la opacidad con la que se manejan los distintos programas sociales, ya que como afirma el titular de Marina, los funcionarios públicos no son honestos.
Y no es por darle vuelo al sospechosismo, pero el ejemplo de lo ocurrido por el derrumbe de un tramo de la Línea 12 del Metro, donde las autoridades de la Ciudad de México regatean la ayuda prometida a los familiares de los 26 fallecidos no genera confianza alguna.
Y con eso de que el actual gobierno es “cuentachiles”, ahora resulta que no quiere gastar más dinero para alcanzar una vacunación universal y gratuita como ha reiterado infinidad de veces, siempre y cuando no se trate de niños y adolescentes.
Ahora, desde la perspectiva del titular del ejecutivo hay que gastar lo estrictamente indispensable en salud, pues de otra forma tendría que restarles recursos a sus obras de infraestructura, que para él son más importantes.
“Hay que ver científicamente si es necesario. Es como cuando se va a comprar algo, no debemos de ser consumistas, hay que comprar lo que se necesita… no al desperdicio, no a lo superfluo, no al consumismo”.
Considerar en esos términos la salud de los mexicanos, sobre todo la de los infantes, confirma la ceguera ideológica que caracteriza la gestión de López Obrador y más que de las farmacéuticas, lo vuelve rehén de sus mentiras.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Mientras en sus giras por los estados le informan al primer mandatario el descenso en los delitos como el homicidio, cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que, en la primera mitad del presente año, se registró un promedio diario de 10.5 mujeres asesinadas, en tanto que las cifras de homicidios dolosos en lo que va del presente sexenio no muestran una reducción significativa.
@Edumermo