Ante el éxito no obtenido con su consulta popular, el presidente Andrés Manuel López Obrador anda desaforado, desde ya, porque el plebiscito sobre revocación de mandato pueda tener una participación significativa, que le dé sentido a su gestión.
Un desaire como el obtenido en el ejercicio del 1 de agosto sería desastroso para su autoestima y traería graves riesgos para el desarrollo del país durante la segunda mitad de su mandato.
De ahí el sobre interés que tiene de que el tema sea parte de la agenda de aquí a marzo de 2022. Por eso reclamo a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión de haber convocado a periodo extraordinario, donde se verá el desafuero de dos diputados, pero no incluir la discusión de la Ley de Revocación.
La urgencia presidencial porque se discuta y apruebe dicho ordenamiento en lo que resta de la actual legislatura, es porque la actual correlación de fuerzas le es favorable y podría pasar -como a él le gusta- sin que le modificarán ni una coma a su proyecto.
También las prisas de López Obrador tienen que ver con la necesidad de que el Instituto Nacional Electoral cuente con los recursos suficientes, aunque “pichicateados”, para preparar y organizar esta forma de consulta.
La verdad, sin embargo, se vería muy mal que en la misma sesión donde se pretende quitarles el fuero a Mauricio Toledo y a Saúl Huerta, por actos contra la moral y las buenas conciencias, se discutieran también los términos en que habrá de ser calificado el gobierno actual por los ciudadanos.
Mezclar el chapopote en el que naufragan algunos integrantes del cuatroteísmo, con la iniciativa de ley que otorgue a la democracia directa un papel preponderante en la vida política del país, ensuciaría la investidura que tanto desea conservar inmaculada Andrés Manuel.
La revocación de mandato será el caballito de batalla del inquilino temporal de Palacio Nacional que, con toda seguridad, dará una remozada a su eterno discurso de culpar al pasado, pues el juicio será, en estricto sentido, sobre los resultados de su gestión.
Tal vez por esa razón ha decidido impulsar con todo un programa de bacheo, para medio cubrir los hoyancos que ha dejado su administración en muchas áreas y convencer que su paso por el poder no será un sexenio perdido. El filo de los otros datos ya está muy mellado cada día pierde credibilidad.
Sus tácticas para garantizar la seguridad y la vida de los mexicanos han dejado mucho que desear. Los excesos de mortandad por la violencia imperante y la fallida estrategia sanitaria no pueden subsanarse con la siembra de arbolitos en Palacio Nacional; tampoco las fingidas disculpas son suficientes.
Si López Obrador quiere lograr una participación social amplia en el plebiscito se enfrentará a la disyuntiva de mantener el tono belicoso de su discurso u olvidarse de mandar al carajo a grupos, prácticas e instituciones que no son de su agrado, salvo que esté pensando en tirar la toalla antes de tiempo.
De poco servirán sus balandronadas de retar a sus adversarios a agruparse. Los resultados de los comicios y de la consulta popular le demostraron lo erróneo de esa actitud presidencial desaforada que lo condujo a una baja consistente y sistemática en las preferencias ciudadanas.
¿Volverá AMLO por sus fueros?
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Para compensar su ausencia en la Cámara de Diputados durante el homenaje luctuoso al líder de la bancada tricolor en San Lázaro, René Juárez Cisneros, el dirigente del PRI, Alejando Moreno, tuvo que hacerlo en la sede nacional del Revolucionario Institucional. Esa es su estatura.
@Edumermo