Nelson Mandela dijo alguna vez que la educación es el arma más poderosa para cambiar al mundo, sin embargo, el COVID-19 es potencialmente una de las mayores amenazas para esta herramienta tan valiosa, no solo en nuestro país, sino en el mundo entero.
Según datos del Banco Mundial, a finales del mes de marzo del 2020, mas de mil 600 millones de niños y jóvenes dejaron de asistir a clases en un total de 161 países, esto, a consecuencia de la pandemia.
Mientras tanto, en nuestro país, tan solo desde el mes de junio y hasta agosto de este año, el número de contagios en niños y adolescentes ha tenido un incremento semanal de más del 400% en la Ciudad de México, esto de acuerdo con datos del Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA).
Sin embargo, el regreso a clases presencial para el inicio del ciclo escolar 2021-2022 está programado para el próximo 30 de agosto.
¿Es este el momento idóneo para que millones de niñas, niños y adolescentes regresen a las aulas?, realmente ¿es seguro acudir a los planteles educativos?, y por último, ¿las instituciones se encuentran preparadas al 100 por ciento para un retorno seguro?
En este sentido, El Financiero publicó este martes una encuesta en la que dio a conocer que el 58% de los padres de familia en México no está de acuerdo con el regreso a clases de forma presencial; sin embargo, el 40% está a favor de que sus hijos retornen a las aulas.
Sin duda, la falta de una estrategia de comunicación efectiva por parte de las autoridades ha hecho que lo que prevalezca sea la desconfianza; se perdió la gran oportunidad de generar un vínculo de confianza y respaldo por parte de la sociedad.
En un momento como este, en el que México atraviesa por la tercera ola de contagios, la presencia de la variante delta y el hecho de que este sector de la población aún no está contemplado en el plan de vacunación, representa factores de riesgo importantes que han hecho que este tema divida las opiniones.
El mensaje importante y que debió prevalecer desde un inicio, no es el “cuándo”, sino el “cómo”. Establecer y comunicar de forma eficiente y oportuna, así como los mecanismos a través de los cuales el gobierno pueda garantizar el éxito de esta estrategia.
Todos estamos de acuerdo en que el cierre de las instituciones escolares ha impactado en el bienestar físico y emocional de niñas, niños y adolescentes. El confinamiento no solo ha afectado la economía de muchos hogares, sino que ha ampliado la brecha que de por si ya era existente: por una parte, hay hogares donde no se tiene acceso a internet o a un dispositivo móvil extra para que los menores puedan accesar a clases virtuales, y por otra lado, hay familias donde los niños reciben clases bajo el método “burbuja”.
Por último, es importante mencionar que en el panorama internacional han regresado a las escuelas mil millones de niñas y niños y 750 millones están por hacerlo; a pesar de esto, son 150 millones los que aún no lo hacen, y de éstos, 37 millones son mexicanos, según datos de la UNICEF.
Esperemos que nuestro país pueda contrarrestar los impactos del COVID-19 en la educación y pueda convertir esta crisis en una oportunidad para mejorar el sistema educativo.