Los más de un cuarto de millón de muertos -reconocidos oficialmente- por Covid-19, dan testimonio fiel de cómo la denodada lucha y entrega del actual gobierno no es bien valorada por la sociedad; por el contrario, su distopia cognitiva le impide reconocer que las autoridades nunca han regateado recursos económicos y humanos para atender la emergencia sanitaria.
Poco importó al presidente Andrés Manuel López Obrador quitarle dinero a sus proyectos insignia para destinarlos al sector salud que, como nunca antes, pudo disponer de recursos extraordinarios e, incluso, realizar sobrejercicios presupuestales para limitar contagios y decesos.
Desde el primer momento, a inicios de 2020, adquirió de forma masiva pruebas para detectar el virus y que este no se propagada. El jefe del ejecutivo federal fue ejemplo para todos los mexicanos, al seguir a pie juntillas las recomendaciones de los organismos internacionales de salud y fustigar a aquellos que menospreciaban la letalidad del coronavirus, que recurrían a remedios caseros o a supercherías.
Designó a la gente más calificada para estar al frente de la estrategia. Siempre actuando con prontitud y atingencia, López Obrador dio su aprobación al esquema Centinela y al semáforo epidemiológico, que han sido los baluartes para evitar el desastre sanitario.
La presencia constante del primer mandatario en los centros hospitalarios para hacer patente su solidaridad con los afectados, hizo que él también se contagiara, pero no le importó con tal de estar cerca de las víctimas.
¡Al carajo!, mandó a quienes le recomendaban no asistir a esos lugares; su profundo humanismo lo comprometía a eso y más, y no por politiquería se iba a apartar del pueblo bueno y sabio, por el que es capaz de ofrendar su vida.
Gracias al manejo honesto de los recursos públicos, no paró en nimiedades para conseguir, al costo que fuese, las vacunas antiCovid. Mientras otras naciones tienen que andar pidiendo frías para conseguir los antígenos, México tiene para dar y prestar y sin necesidad de aceptar condicionamientos de ninguna índole, como ocurre en muchos otros casos.
Más aún, a los familiares de los alrededor de 255 mil fallecidos ya les entregó, sin dilación alguna ni trabas burocráticas, tres mil millones de pesos, por concepto de gastos funerarios -a razón de 11 mil 600 pesos por muertito-, a los que se comprometió.
La siembra de un arbolito en Los jardines de Palacio Nacional puede entenderse como un momento de sensibilidad extrema de López Obrador, no obstante que desde hace más de un año, gracias a las acciones oportunas de su gobierno, la pandemia está domada y redomada. Lo que hay ahora son pequeños rebrotes y no oleadas.
Sabedor de que tiene todos los instrumentos e insumos necesarios a la mano, pondrá en marcha el nuevo ciclo escolar. Todos los planteles educativos a nivel nacional cuentan ya con condiciones óptimas para reanudar de manera presencial el servicio educativo.
En suma, el gobierno actual tiene todo bajo control, por lo que no sólo el primer mandatario, sino la sociedad toda pueden dormir sin sobresaltos, con la certeza de que el presidente tiene la conciencia tranquila y no tiene porqué sentir culpa alguna.
De hecho con todas las inversiones en infraestructura hospitalaria, medicamentos, equipo e insumos, México cuenta ya con un sistema de salud que no tendría ni Obama ni los países nórdicos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
A 200 años de firmados los Tratados de Córdoba, entre Agustín de Iturbide y Juan O’Donojú, López Obrador dijo que ese legado implica mantener ideas y principios democráticos. Expuso que aquellos que se pronuncian por el fin de la historia “están mal equivocados”.
Lo mismo diría de quienes aventuran el fin del cuatroteísmo.
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@Edumermo