“Mira quién habla”, podría ser el encabezado de esta columna, si tomamos en cuenta que el presidente Andrés Manuel López Obrador le acaba de pedir a su homólogo de Estados Unidos, Joe Biden, menos palabras y más acción.
Dato curioso, si se toma en consideración que el mandatario mexicano dedica poco más de dos horas al día, para hablar y hablar sobre lo que puede ser y no es. Narrativa aturdidora con la cual busca evangelizar y cuenta historias que más bien parecen historietas.
Las más de 60 mil “no verdades o verdades a medias” que nos ha endilgado a lo largo de casi tres años están muy lejos de ser su mejor carta de presentación para sugerirle al ejecutivo norteamericano cómo solucionar los problemas de otras naciones, cuando aquí tiene tantos pendientes por resolver.
Distraído y encandilado con su verborrea bolivariana, López Obrador se pone a demandar la no injerencia de un país en los asuntos de otro, pero se atreve a dar recomendaciones y sugerencias al presidente Biden el cual, con su buen juicio, las deja de lado.
Por un lado, el ejecutivo mexicano se pronuncia por terminar con la hegemonía y dominación de Estados Unidos hacía Latinoamérica y por garantizar el principio de no intervención y de la autodeterminación de los pueblos, pero su política migratoria se la han dictado desde Washington.
Como hilo de media, López Obrador encontró una nueva veta discursiva que explotar, y como si se tratara de sus archi odiados españoles, dijo que “ya se debe de hacer a un lado la política de dos siglos, de hegemonía, de dominación hacia los pueblos de América Latina y del Caribe.
“No puede una nación intervenir en las decisiones de otros pueblos, tiene que haber respeto, tiene que garantizarse el principio de la no intervención y de la autodeterminación de los pueblos”, señala. Pero no se atreve a pedir a su vecino norteño que ofrezca disculpas por los daños y perjuicios causados en este tiempo.
A fuerza de ser sinceros, los dichos presidenciales son palabrería hueca que le aplaude su claque, y que ocupa para esconder las múltiples concesiones hechas a su principal socio comercial, dentro y fuera del Tratado de Libre Comercio.
Pero fiel a su costumbre de vivir de gorra, ya sea a través de las limosnas, dádivas o aportaciones de otros a su movimiento, el cual quiere internacionalizar, ahora pretende exigir a Biden que ya afloje el billete para Centroamérica y ponga en marcha los programas sembrando vida y jóvenes construyendo el futuro.
Ese es uno más de sus sueños guajiros, panaceas para evitar la migración de esa región hacia los EEUU, porque en la práctica López Obrador puso a disposición del gobierno norteamericano a 28 mil elementos de la Guardia Nacional, además de integrantes de las fuerzas armadas y personal de migración para contener el flujo de centroamericanos y caribeños.
Si a ello, se aúna que México depende de la buena voluntad de Estados Unidos para que le siga donando vacunas contra el Covid-19, parece que aún estamos lejos de ser un país libre y soberano como pregona López Obrador.
Discursos van y discursos vienen y, sin embargo, la nueva realidad es que su principal socio sigue “ninguneando” a México, diga lo que diga el presidente López Obrador.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Ahora resulta que el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), sigue vivito y coleando, según afirmó el secretario de Hacienda, Ramírez de la O, no obstante que la propia dependencia oficializó su desaparición, al publicar el acuerdo en el Diario Oficial de la Federación (DOF) el pasado 28 de julio. Una mentira más.
@Edumermo