Preocupa sobremanera que al presidente Andrés Manuel López Obrador el desasosiego le impida tener un sueño constante. Mientras la semana pasada decía que no podía dormir por el desabasto de medicamentos; días después anuncia que ya lo puede hacer, gracias a la aprobación del presupuesto para 2022.
Ese comportamiento volátil en su descanso, provoca acciones semejantes en su toma de decisiones, lo cual hace poco confiable que las mismas las adopte después de un proceso meditado de razonamiento y no de manera veleidosa como ha ocurrido en muchas ocasiones.
Esa inestabilidad en el disfrute o no de sus horas de sueño, está influida por vivos, vivillos y muertos, de los cuales -según sus palabras- “es responsable, pero no culpable”, como en los casos de Tula, Hidalgo, y Nacajuca y Centla, en Tabasco.
Muertes por efectos de la naturaleza que, para su desfortuna, son las mínimas que se registran en su mandato. A esos decesos, hay que sumar los más de dos mil infantes con cáncer que han fallecido durante su gestión, así como los muertos -aún no debidamente cuantificados- a causa de otros padecimientos.
Esa falta de sueño lo obligó a sincerarse y que luego de tres años, aceptara implícitamente la falla en su estrategia, que provocó la falta de medicamentos, así como una errática e ineficaz política de atención a la pandemia, tanto en pruebas como en vacunación, que derivaron en la pérdida de 600 mil vidas.
A ciencia cierta se desconoce si es a causa de estos muertos o el catre en el que reposa en Palacio Nacional lo que le impiden dormir a pierna suelta. Pero cuando logra conciliar el sueño con profundidad, la mayoría de las veces es porque en el poder legislativo le aprueban sus iniciativas, sin moverle una coma.
Por supuesto, el descanso reparador que le provocó la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación, con recortes importantes a dos de los organismos autónomos a los que no ha podido controlar -Instituto Nacional Electoral y Poder Judicial de la Federación-, puede ser de corta duración.
Las iniciativas de reforma constitucional en materia eléctrica, electoral y que la Guardia Nacional pase a ser parte de la Secretaría de la Defensa, se pueden convertir en una pesadilla para el inquilino temporal de Palacio Nacional, al no contar con la mayoría calificada para cambiar la Carta Magna.
Cuando parecía que después de su intervención en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas empezaría a hacer suyos sus dichos de fraternidad entre los mexicanos, ha decidido romper lanzas con las fuerzas opositoras.
Vivillos -marrulleros- como son el presidente López Obrador y los morenistas, han decidido que sus reformas bien valen la pena mantenerlas vivas, por lo cual en lugar de “moches”, otorgarán un lugar sobresaliente al chantaje, los amagos y las amenazas como método para sumar los votos necesarios a sus propósitos estatistas.
Sin embargo, el bloque opositor, que salió fortalecido con la negativa de la mayoría a aceptar sugerencias presupuestales, le ha declarado la eutanasia, muerte anticipada, a la reforma eléctrica, cuya fecha de análisis, debate y discusión se encuentra por el momento en el limbo.
Las noches sin dormir parece no han terminado para López Obrador. Su participación en la próxima Cumbre de América del Norte, podría traducirse en desvelos para el mandatario mexicano, ante la imperiosa necesidad de cumplir con los compromisos derivados del tratado de libre comercio.
Lo único malo, es que los momentos de insomnio del tabasqueño, casi siempre terminan por convertirse en pesadillas y muerte para un buen número de mexicanos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Aun cuando se atribuye al pasado -por la guerra sucia y el combate al narcotráfico-, sin mencionar las cifras del presente, que no son pocas, México enfrenta una crisis humanitaria por la desaparición de personas, reconoció el subsecretario de Gobernación Alejandro Encinas, ante el Comité para la Desaparición Forzada de la ONU.
Más de 94 mil desaparecidos hasta la fecha, es como para quitarle el sueño a cualquiera.
@Edumermo