A pesar de las “exitosas” reuniones entre funcionarios de alto nivel de México y Estados Unidos los diferendos entre ambos países empiezan a aparecer poco a poco, no sólo en relación al intercambio de mercancías, sino en la concepción misma del desarrollo.
Es poco probable se presente una colisión fuerte, pero debemos tener presente la “diplomacia underground” que ya a practica la administración de Joe Biden en sus tratos con nuestro país, a fin de proteger sus intereses, no siempre convergentes con las ideas del cuatroteísmo.
En el panorama se vislumbran algunas señales de que el gobierno norteamericano hará lo necesario para impedir que su vecino sureño se encamine hacia derroteros que pongan en riesgo la democracia y la economía de mercado.
La decisión estadounidense de reponer el programa “Quédate en México” y el anuncio de un programa de ayuda a Centroamérica por 1,200 millones de dólares, diferente a la propuesta de “Sembrando vida” y “Jóvenes construyendo el futuro” ilustra con claridad la diferencia acerca de cómo apoyar el desarrollo en la región.
Sobre todo porque ha quedado en evidencia la insuficiencia del papel de contención del flujo migratorio asignado a nuestro país, ante la oleada de migrantes que quieren llegar a Estados Unidos.
México carece de estrategia y de la preparación apropiada para enfrentar con éxito esta nueva circunstancia. El “muro” formado por la Guardia Nacional, con más de 25 mil elementos, en sus zonas limítrofes, es demasiado poroso y débil frente a los elevados niveles de corrupción que se presentan en este terreno.
De igual manera, la determinación de la administración Biden de subsidiar la fabricación de vehículos eléctricos en su territorio, ya ha generado manifestaciones de descontento de sus socios comerciales –México y Canadá- lo cual podría derivar en la imposición de barreras al libre comercio entre las tres naciones y, en caso extremo, una guerra comercial.
El “descolón” del gobierno del presidente sin nombre a la reunión sobre democracia a la cual convocó el mandatario estadounidense, sin duda traerá repercusiones en la, hasta ahora, tersa relación.
Por tanto no debe extrañar si, en el futuro, la fundación de Estados Unidos para apoyar las causas de la democracia y los derechos humanos amplía sus apoyos a las organizaciones mexicanas que luchan por estas causas, aunque desde la óptica cuatroteísta sea injerencista.
Completa el cuadro, la reciente determinación de las autoridades norteamericanas por entregar recompensas a quienes den informes para capturar a los hijos del Chapo Guzmán, así como su decisión de combatir a las organizaciones criminales “Los Rojos” y “Guerreros Unidos”, por su papel preponderante en el tráfico de cocaína y heroína a los EEUU.
Es decir, intensificará sus acciones en contra los narcotraficantes mexicanos, con lo cual toma una dirección diametralmente opuesta a la política (?) de “abrazos, no balazos” seguida por México en los últimos tres años.
Si México no quiere que estos asuntos sean motivo de serios conflictos con su principal socio comercial y, al mismo tiempo, aprovechar las ventajas el proyecto de recuperación económica de Estados Unidos para los años venideros, deberá seguir por la misma vía a la de su vecino del norte.
Sin la estridencia tuitera de Donald Trump, la administración Biden ha decidido privilegiar “la diplomacia underground”, como la mejor fórmula para “alinear” los intereses de México y Estados Unidos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Altamente significativo que el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, se esté convirtiendo en el funcionario cuatroteísta más denunciado, lo cual habla de la calidad de la impartición de la justicia en nuestro país.
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