Recuento y expectativas son consustanciales al inicio de un nuevo año. En el caso de México, el primero quedó a deber, tanto por la pandemia como por la ineptitud gubernamental para atender con atingencia los conflictos sanitarios y económicos; las segundas, por consecuencia, se reducen ante una economía en desaceleración y el arribo de una nueva ola de Covid-19.
Hablar de un clima favorable para el presente año, habla de la pequeñez de miras de un gobierno al que únicamente le importa contar con recursos para sus magnas obras y sus programas dadivosos.
El manejo feudal que lleva a cabo el imperdonable mandatario sin nombre de los recursos públicos que, supuestamente deberían ser orientados a disminuir las desigualdades, en la práctica cotidiana se traduce en que cada quien se rasque con sus propias uñas.
El Producto Interno Bruto de 2021, si bien registró un crecimiento superior al 5 por ciento, quedó por debajo de los pronósticos oficiales de más de seis puntos. A este aumento en la producción de bienes y servicios, la recaudación fiscal quedó lejos de equipararse, pues apenas si registró un crecimiento simbólico de 1.2 por ciento en términos reales.
El funcionamiento del sistema de salud es, quizá, la mayor desgracia de que tengamos memoria los mexicanos en las últimas décadas. Con instalaciones a años luz del modelo danés y un esquema abasto deplorable en medicamentos, los mexicanos tenemos que estar subsidiando al gobierno para evitar más decesos, lo que viene a constituir un “impuesto adicional disfrazado” para subsanar la ineficiencia e incapacidad cuatroteísta.
Aun cuando la presente administración, primero, presumiera no haber contraído nueva deuda, en realidad mintió. Lo cierto es que, durante la primera mitad, contrató créditos en montos superiores a los adquiridos en el sexenio anterior.
A la fecha, la deuda pública asciende a poco más de 13 billones de pesos, equivalentes a prácticamente dos veces el presupuesto autorizado para 2022.
Decir ahora que no se rebasará el endeudamiento autorizado por el Congreso, en una cifra cercana al billón de pesos, lleva implícito el reconocimiento de que el gobierno no obtendrá los recursos para ser autosuficiente, a pesar de los subsidios sociales que los mexicanos destinamos a áreas como la educación y la salud.
Mucho de este déficit en el funcionamiento gubernamental obedece a las trabas que pone a la inversión privada, la cual no encuentra la certidumbre necesaria para arriesgar su dinero; inclusive, en algunos casos, la salida de capitales se ha vuelto una constante.
La reforma constitucional en materia eléctrica, de ser aprobada en sus actuales términos, podría convertirse en la última palada de tierra que entierre la confianza para invertir en nuestro país.
En términos estrictamente económicos, a pesar de que este año la economía crezca, lo hará por debajo de los otros datos, lo cual implica que después de cuatro años, México apenas regresará a los niveles existentes antes de la llegada de Morena al poder.
De persistir el manejo feudal, caprichoso y opaco por parte del presidente sin nombre, es obvio que la incógnita económica quedará despejada: será un sexenio perdido, con creciente desigualdad y un aumento considerable en el número de pobres.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
La Unidad Técnica de Fiscalización del INE solicitó a Pío López Obrador, hermano del mandatario sin nombre, presente “la biblia”, el cuaderno o block donde hacía las anotaciones de los apoyos recibidos para el financiamiento de Morena y que se conoció en un video en 2020.
@Edumermo