Por: Ivette Valenzuela
En1990 con la creación del IFE se dio inició a un proceso de contribución institucional al desarrollo de la vida democrática de México, la cual permitió una incipiente competencia política, que por su insuficiencia desencadeno una crisis en la elección de 2018 llevando al poder a quiénes hoy están gobernando.
En el proceso de cambio político se contempló reformar los órganos electorales, reformar los partidos políticos, incorporar a la ciudadanía, contar con mejores candidatos y candidatas, disponer de mejores gobiernos y resolver las necesidades de la sociedad.
El proceso de transición quedó trunco, se reformaron los órganos electorales pero los partidos políticos no; apareció el marketing político y la gran mayoría de los partidos con recursos provenientes de las prerrogativas prefirieron dejar de hacer política y se convirtieron solo en maquinarias electorales, sobreviviendo financiera y electoralmente.
Dejaron de escuchar a la sociedad, de entenderla en sus necesidades y sus causas; de convocarla, de organizarla, de conducirla y representarla.
No importaban los requerimientos específicos de los jóvenes, de las mujeres, de las jefas de familia, de los adultos mayores, de la población en pobreza extrema y de la clase media, al final solo importaba su voto; ya no hablemos de un seguimiento a sus gestiones y necesidades porque después de una elección sin importar el resultado eran o son totalmente olvidados.
Se dejaron de convocar a los ciudadanos, de capacitarlos, de formarlos para la vida pública; los partidos quedaron en manos de camarillas burocráticas y de grupos de poder, y como resultado de ello fue el distanciamiento entre los partidos, sus propios militantes y la ciudadanía.
Este distanciamiento es cada día más evidente y es tal la crisis que hubo necesidad de que hoy en día exista la figura del candidato independiente que permite que cualquier ciudadano cumpliendo con un procedimiento legal pueda ser candidato o candidata sin la necesidad de que un partido político lo represente.
Este fue el resultado de desatender a quiénes los llevaron al poder porque lo único que se veía como resultado de las elecciones y de las transiciones de gobiernos eran los colores de los postes, las placas de los autos, la publicidad y la propaganda, las cuales quedaban muy lejanas a las promesas, compromisos y a la esperanza que se prometió durante los procesos de proselitismo.
Las dirigencias de los partidos no entendieron sus crisis, siguieron sin entender lo que la sociedad necesitaba, no saben cómo corregir, están metidos dentro de una caja y solo se ven a sí mismos y así ¡no van a poder!.
Se requiere que trabajen al interior acercándose a sus bases, actualizándose, replanteándose objetivos y subsanando esa conexión entre sus militantes, porque solo así podrán vencer el peor mal de los partidos, ¡la simulación!.
Y para corregir hacia afuera tendrán que pensar en voltear a ver a los ciudadanos y representar sus causas pero aquellas reales y no construidas en base a intereses políticos, para poder así representarlos y asumirlas como nuevos retos.
Cambiar sus organizaciones anacrónicas y caducas por nuevas estructuras donde se convoque a la ciudadanía de donde habrán de surgir los nuevos liderazgos, además de innovar en nuevas plataformas digitales que requiere un México moderno.
Así mismo entender que la sociedad ya tiene capacidad para cogobernar y que lo que se requiere en estos momentos son políticos y políticas que lo hagan posible desde los gobiernos que encabecen.
Expuesto lo anterior, podemos afirmar que la crisis de los partidos se encuentra en el principio de un largo y tortuoso camino, vivimos un momento político en el cual el viejo régimen no se termina de ir y el nuevo no ha podido instalarse completamente.
La oportunidad es enorme, el reto es muy grande y quienes dirigen los partidos políticos son incapaces de verlo, no reconocen los grandes cambios que se están dando en la sociedad, por eso se requiere de una refundación profunda que parta desde sus bases, métodos de elección y la democratización de los mismos, para poder formar así junto con la sociedad partidos políticos con mayor credibilidad y competitividad electoral. Aunque hay que decirlo no solo depende de la consolidación democrática y del buen funcionamiento de los partidos políticos, sino también de la integración de una verdadera cultura de participación en la toma de decisiones en donde la ciudadanía haga política real y así juntos partidos, sociedad y gobierno puedan dirigir a mejor puerto al México del siglo XXI.