La absoluta mayoría de votos a favor del presidente sin nombre, sin estatua y sin gracia, está lejos de ser un triunfo. Obtener la mitad o menos de los sufragios de hace tres años, a pesar de las millonarias dádivas otorgadas, es una desaprobación a su mandato.
En 2018, con tan solo dos millones de personas adultas mayores que recibían su pensión, obtuvo más de 30 millones de votos. En 2022, beneficiando -con el dinero de los contribuyentes- a 25 millones de familias, ni siquiera obtiene ese apoyo absoluto.
Además, en 2021, con l6 millones de sufragios Morena logró quedarse con tres cuartas partes de los gobiernos estatales y que esos triunfos no los refrende en la actual consulta revocatoria, es un fracaso en toda la extensión de la palabra.
Como diría el joven Carlos Marx, la economía es la determinante en última instancia. Y el paso del mandatario sin nombre al frente del país, no ha representado ganancias plausibles para los mexicanos. Al contrario, más del 90 por ciento se han empobrecido.
La verborrea y supuesta revolución de las conciencias presidenciales salen sobrando si no se traducen en mayor dinero en los bolsillos de la población. Y eso influye directamente en la menguante fuerza moral, que cada vez tiene menos que presumir.
De acuerdo con los resultados económicos mostrados en lo que va de la gestión del presidente sin gracia, con cinco millones de nuevos pobres y los muy ricos cada vez más millonetas, podemos afirmar que tenemos un gobierno patronal, que sirve a los empresarios más ricos y no primero a los pobres.
Los elevados niveles de inseguridad, violencia, impunidad y masacres, demuestra que haber triplicado el número de elementos de la Guardia Nacional en comparación con la Policía Federal previa, ha servido para lo que se le unta al queso. Entre homicidios dolosos, desaparecidos y cuerpos no reconocidos suman alrededor de 250 mil.
Por el coronavirus y la falta de medicamentos e insumos médicos, según cifras oficiales, suman seis veces la cifra catastrófica, y la destrucción del sistema de salud tardará años en regenerarse, con un elevado costo social.
Si el mandatario sin estatua creía que estos saldos no tendrían un costo político, demuestra que vive en otra realidad. El conocimiento público de actos de corrupción en su gobierno, de parte de familiares y colaboradores, confirman que en nada se distingue de sus predecesores en el cargo, por más pañuelos blancos que ondee.
La percepción social sobre el cuatroteísmo y la gestión gubernamental es que estamos frente a autoridades no solo ineptas, sino insensibles y corruptas, cuya gestión ha profundizado los problemas ya existentes y sin capacidad ni imaginación para atender de manera apropiada los derivados de la pandemia.
Presumir el porcentaje de los votos emitidos en favor del presidente, sin aludir a los números absolutos, cuando fue el único en la boleta, es indicativo de que el excesivo confort de Palacio Nacional -que de facto ya expropió para su beneficio personal- y los malos consejos lo han hecho perder piso.
Y más si tomamos en cuenta que los excesos cometidos por el cuatroteísmo para promover la participación de la gente en la consulta, violando sistemática y sin pudor alguno la ley, deja constancia que no es un gobierno confiable ni creíble.
Qué sería mejor para los mexicanos: que el presidente sin gracia gane perdiendo o que pierda ganando.
Creo que ganaron la sociedad y las autoridades electorales.
He dicho
EFECTO DOMINÓ
El martes, con el seguro rechazo a la reforma eléctrica de parte de la oposición, veremos el endurecimiento del lenguaje cuatroteísta, para compensar la primera de las derrotas que sufrirá en la actual legislatura.
@Edumermo