En búsqueda de impedir una posible derrota en 2024, el presidente sin nombre y sin gracia envió una iniciativa de reforma electoral, cuyo eje central es empobrecer la democracia, en términos económicos, de representatividad y de autoridad electoral.
La indecorosa propuesta en realidad no se propone mejorar los sistemas electoral y de partidos. Su objetivo es garantizar las condiciones y contar con las herramientas para asegurar la operación de Estado que le garantice a Morena condiciones ventajosas para competir en 2024.
Es evidente que si en las elecciones intermedias del año pasado, el partido gobernante hubiese conservado la mayoría calificada, difícilmente estaríamos hablando de “la urgencia” de una reforma electoral y la “vocación democrática” del primer morenista se centraría en la renovación de algunos consejeros y magistrados electorales.
Sin embargo, el mazazo de 2021, donde la oposición en su conjunto obtuvo 15 por ciento más votos que la coalición oficialista, a pesar de los triunfos en gubernaturas, encendieron las alertas en Palacio Nacional, cuyo enojo lo ha llevado a excederse en sus bravuconadas, a ver si así recupera los millones de votos perdidos de 2018 a la fecha.
Las secuelas de la pérdida de la mayoría calificada en la Cámara de Diputados ya se dejaron sentir en la consulta de revocación de mandato, donde a pesar de el involucramiento absoluto del gobierno, únicamente participó el 17 por ciento de los electores. En un segundo momento, que la oposición le desechara su reforma eléctrica lo ha puesto furibundo.
En cuanto a la reforma electoral, la argucia de ahorro económico, cae por su propio peso. El ejercicio de la consulta revocatoria ejemplifica con nitidez meridiana los límites y perversidades que genera la adopción de posturas “cuentachiles”, que podrían conducirnos a un déficit democrático endémico.
Los efectos por la reducción buscada en la totalidad de la estructura electoral, en la representación del Poder Legislativo y en el financiamiento público se hicieron patentes en el ejercicio del 10 de abril, donde por falta de presupuesto apenas se instalaron un tercio de casillas y para suplir la inacción de los partidos, las autoridades pretendieron llenar ese hueco, pasando por encima de la ley y aportando ilegalmente recursos humanos y económicos.
La propuesta electoral del mandatario sin nombre y sin gracia replica el “modito electoral” de la consulta. Entre más ahorros, más empobrecida la democracia; entre menos participación ciudadana, el partido gobernante tendría mayor porcentaje que, de acuerdo el nuevo esquema de asignación de curules y escaños le garantice sobre representación; con menos recursos asignados a los partidos, el gobierno puede -sub mecatum- financiar a Morena.
Si a ello se agregan los límites a los partidos para aprovechar los tiempos del estado en radio y televisión, en contraste con el tiempo aire de las mañaneras y tiempos oficiales, es obvia la trampa cuatroteísta al promover una “auténtica” reforma electoral.
Los 24 mil millones de pesos al año de ahorros, por este modelito, son apenas una quinceava parte de las pérdidas de Petróleos Mexicanos en 2021 y que se cargan a las espaldas de los contribuyentes, que somos todos los mexicanos.
Como todo lo que toca el cuatroteísmo lo empobrece, y a veces, lo envilece, en el caso del sistema electoral mexicano, el mandatario sin gracia sabe que la permanencia de su movimiento pasa por una democracia pobre que se traduzca en una pobre democracia.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Por razones electorales o no, lo cierto son las nuevas funciones que Estados Unidos le “encomendará” a México para hacer frente a la migración. Y nuestro gobierno tendrá que aceptarlas, para corresponder a las millones de vacunas que el gobierno de Biden le donó para hacer frente a la pandemia.
@Edumermo