Después de un año, la verdadera justicia no llega ni llegará a los deudos de las víctimas por el desplome de un tramo de la Línea 12 del Metro. Y tras exhaustivas indagatorias, los únicos culpables de la tragedia son los pernos.
Como en todos los ámbitos donde la ineptitud del cuatroteísmo se hace manifiesta, de inmediato y por el tiempo que sea necesario echan a andar toda una operación de Estado para borrar cualquier vestigio de culpabilidad, con lo cual autoridades y empresarios involucrados -los victimarios- tienen la desfachatez de decir como el indio Tizoc que quieren más a sus ojos, porque sus ojos vieron a las víctimas y pueden mirarlos a sus ojos sin ninguna culpabilidad.
Si fuese suficiente con la reparación del daño para justificar la ineficiencia gubernamental, no alcanzaría todo el gasto público para cubrir a casi el millón de mexicanos muertos por las malas decisiones y estrategias para enfrentar la inseguridad, la violencia y la pandemia; muertes equiparables a los habidos durante el movimiento revolucionario de principios del siglo pasado.
No obstante que el propio informe de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México reconoce la existencia de fallas profundas en el diseño, construcción y mantenimiento de la llamada “línea dorada”, quienes participaron en estos procesos no han sido castigados, ni hay detenidos por sus omisiones o actos de corrupción que dieron origen a la tragedia.
El involucramiento directo o indirecto de actuales funcionarios federales y capitalinos debe quedar a buen resguardo, bajo el manto protector de la investidura presidencial, pues algunos de ellos están en el roster de candidatos de Morena a la Primera Magistratura: Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, además del dueño del equipo, que decidió asumir los gastos de reconstrucción, los cuales seguramente podrá deducir.
Para ello, inventaron el concepto de “justicia restaurativa”. Sheinbaum Pardo reconoció, sin embargo, que “nunca habrá una reparación de una vida perdida. ¡Jamás!”, al resaltar que el sistema penal establece la posibilidad de que haya indemnizaciones para las víctimas del delito y evitar procesos legales que pueden llevar años en resolverse.
Si se acepta la existencia de delito, debe sancionarse a quienes los cometieron; de lo contrario estaríamos hablando de complicidad de las autoridades judiciales, que en el caso de la CDMX se ha vuelto práctica común. El tratamiento otorgado por la Fiscalía capitalina a la familia política del titular de la FGR, Alejandro Gertz Manero es prueba indubitable de este proceder.
Adelantar que habrá imputados por la Línea 12, como lo hizo Ernestina Godoy, al tiempo de anunciar la posposición de la audiencia del caso, parece una burla, una chicanada o alcahuetería propia de quien fuese directora del Metro, Florencia Serranía, al momento de la desgracia.
Esta práctica “pernociosa” es parte del ADN del cuatroteísmo y de su principal líder y guía que, desde el austero olimpo de Palacio Nacional, minimiza o esconde torpezas, ineficiencias y corrupción de allegados, colaboradores y familiares.
Y si eso no funciona, para eso está el teatro en atril mañanero, desde donde acusa, señala, estigmatiza a todos aquellos herejes que no creen en su dichos ni en sus otros datos.
La filosofía cuatroteísta es “pernociosa” para la salud de México y sus habitantes y no solo en materia de justicia, sino en democracia, libertades y derechos humanos.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
México no se va a convertir en paso franco cuando acabe Título 42 en Estados Unidos, se compromete Marcelo Ebrard. En otras palabras revivirá, sin dobleces, a la Mexican Border Patrol, como en los tiempos de Donald Trump.
@Edumermo