Ciudad de México, 5 de Agosto 2019; Entre los fríos muros de un edificio del siglo XIX, ubicado en el número 17 de la calle Justo Sierra, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, un equipo especialistas del Programa de Arqueología Urbana (PAU) del INAH ha realizado tareas de salvamento arqueológico en los últimos cuatro meses, los cuales han permitido explorar los vestigios de una plataforma que corría detrás del espacio ritual más importante de Tenochtitlan: el Templo Mayor.
Debido a los hundimientos diferenciales del terreno, y en atención a las recomendaciones de los especialistas responsables de la rehabilitación arquitectónica que se emprenderá en dicho inmueble, el cual data de 1870, los arqueólogos hicieron sondeos arqueológicos para obtener información sobre la antigua ocupación de este espacio, colindante al este con la sede de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, y al poniente y al sur con la Zona Arqueológica del Templo Mayor.
El responsable del PAU, programa adscrito al Museo del Templo Mayor, el arqueólogo Raúl Barrera Rodríguez, detalló que, mediante de esos pozos, a más de 2.40 metros de profundidad, se registraron los restos de pisos de lajas de basalto, los cuales son indició de la existencia de un espacio abierto o plaza en esta área del Recinto Sagrado de Tenochtitlan, próxima a la Casa de las Águilas.
“También se ubicó una plataforma de escasos 40 centímetros de altura y 12 metros de longitud (excavados hasta ahora) con orientación norte-sur, que, posiblemente, pertenece a la que corre por detrás del Templo Mayor, y, quizás, continúa bajo la calle Justo Sierra e incluso del Antiguo Colegio de San Ildefonso“, indicó el experto.
En un pozo de sondeo abierto en el extremo noroeste del predio, llamó la atención de los arqueólogos la presencia de vestigios arquitectónicos, correspondientes a una casa del periodo virreinal temprano, hecha con materiales constructivos —consistentes en lajas de basalto, bloques de andesita y sillares de tezontle— reutilizados tras la destrucción de los basamentos y pisos mexicas, los cuales sirvieron para la edificación de las nuevas casas de los aliados de Hernán Cortés, a pocos años de la caída de Tenochtitlan, el 13 de agosto de 1521.
Para determinar, en lo posible, las características de esos restos, se extendió la excavación hasta los 3.60 metros de largo por 2 metros de ancho, y 2.70 metros de profundidad. De esta manera, se pudo hallar una escalinata en buen estado de conservación, adosada a un muro de 1 metro de anchura, roto y de aristas ochavadas, la cual servía de acceso lateral a la vivienda.
“Un aspecto interesante que observamos en los restos de esta casa, es que no se usó el piso prehispánico, sino que nivelaron mediante rellenos que oscilan entre los 15 y los 40 centímetros, y después ocuparon las lajas de basalto. Muchas veces desplantaban las viviendas virreinales sobre las estructuras prehispánicas; algunas veces reutilizan o adaptan muros como cimientos”, detalló.
El equipo del PAU, integrado por Andrea Campos Vargas, Lorena Medina Martínez, Francisco Delgado Meza, Ingrid Trejo Rosas y Enrique Vela Ramírez, concluyó los trabajos de excavación arqueológica en el predio del hallazgo. Ahora, darán paso a la investigación histórica y al estudio de los materiales recuperados, los cuales van desde fragmentos de cerámica de los periodos prehispánico, virreinal temprano y virreinal tardío (con una presencia destacada de mayólicas), restos de figurillas que representaban a la variopinta sociedad virreinal e innumerables restos de fauna.