“Es mejor que usen a plenitud las libertades, su autonomía, que tengan la arrogancia de sentirse libres, a que vayan a decir que nosotros nos estamos metiendo”, puntualizó hace poco más de un año el jefe del ejecutivo, al cuestionar al poder judicial.
Palabras que toda la comunidad universitaria debería hacer suyas, como una forma de celebrar los 100 años del escudo y lema de la UNAM. Debemos ser arrogantes y libres frente a la andanada del cuatroteísmo, encabezado por López Obrador y “la chica de rojo”.
Como no ha podido doblegar a los “machuchones” ni a quienes integran la “mafia del poder”, con quienes cada día tiene mayor cercanía porque las cuentas económicas no le salen como esperaba, ahora el primer mandatario y sus huestes buscan irse sobre los universitarios.
Sus críticas a la Universidad Nacional Autónoma de México –y en realidad a todas las instituciones públicas de educación superior- se sustentan más en su soberbia que en el establecimiento de parámetros ciertos y medibles.
Más allá de sus continuos lapsus al hablar, su percepción de que la máxima casa de estudios se derechizó y se aburguesó, es casi para ponerle música de tango y evocar el arrabal.
El tabasqueño siente que es un soplo la vida, que 50 años no es nada y que con revivir las añoranzas de su paso por las aulas, en los años 70’s del siglo pasado, es suficiente razón para cuestionar el desempeño de la máxima casa de estudios, de entonces a la fecha.
Desde la austera vida que padece en Palacio Nacional, quien nunca realizó labor docente, opina que deberían mantenerse inalterados los planes de estudio de su etapa estudiantil, cuando podría aventurarse que en esa época la UNAM se “izquierdizó”.
En medio siglo, el mundo, México y los mexicanos hemos cambiado de manera profunda. Y los modelos existentes hace cinco décadas resultan insuficientes para analizar la realidad actual.
Ni entonces, ni ahora pueden hacerse aseveraciones de naturaleza maniquea como las que postulan López Obrador y Claudia Sheinbaum, cuyo dogmatismo hace pensar que fue inútil su paso por la universidad.
La función de la UNAM y las instituciones públicas de educación superior no consiste en ser aplaudidores de ningún personaje, público o particular, sino analizar y desmenuzar el mundo que nos rodea.
En el caso de las ciencias sociales, su labor consiste en evaluar las acciones de gobierno para que se conozcan sus alcances reales y sus efectos en la vida de los gobernados.
La universidad, por naturaleza es plural y libre; no es claque ni seguidora de modas. En realidad y en esencia, la UNAM es y debe ser insumisa.
Es esa cualidad, la que molesta al espíritu absolutista del ejecutivo y afecta su autoestima. Sus ataques al conservadurismo buscan más la aprobación pública para sentirse bien, en la creencia de que sus acciones son lo máximo, en lugar de solucionar los problemas realmente.
Por ejemplo, el sobrecosto del Tren Maya, calculado hasta el momento en 60 mil millones de pesos, es 1.2 veces más que el presupuesto adicional que se entregará al sector salud en 2022.
No cabe duda que la soledad del poder a todos afecta en mayor o menor grado, por lo que buscan el reconocimiento público y se afanan por lograr el aplauso del respetable. Atacar a la UNAM, no le dará más popularidad.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Aceptando sin conceder, que “la caída del sistema” electoral en 1988 fue por el amasiato entre el PAN y Carlos Salinas de Gortari, ¿qué papel jugo Manuel Bartlett? Mínimo fue el alcahuete.
eduzarem@gmail.com
@Edumermo