Entre las palabras más vetustas está, sin duda, el bíblico «perdón». El día de hoy, el tema moda entre las columnas periodísticas fue el discurso anticorrupción del presidente Enrique Peña. Para promulgar las leyes secundarias que crean y sientan las bases del Sistema Nacional Anticorrupción, el Ejecutivo pidió perdón por el tema de la casa blanca, suscitado en noviembre de 2014. Asimismo, aclaró que somos responsables de la percepción que generamos por lo que hacemos y enfatizó su determinación para atacar este problema que bien podría ser el más mencionado. Como me dijo un buen amigo hace un par de días, mismo que trabaja en un texto al respecto, «desde su independencia, en México no ha habido un solo día en el que no hubiera corrupción». Enlistaré solamente algunas columnas afines al tema:
- Carlos Marín (Milenio), «El exorcismo de Peña».
- Héctor Aguilar Camín (Milenio), «El perdón de Peña Nieto».
- Ricardo Alemán (Milenio), «¡El perdón de Peña Nieto! ¿Cuándo lo pedirá AMLO?».
- Guadalupe Loaeza (Reforma), «Too late…».
- Diego Valadés (Reforma), «Pacto de salida».
- Jorge Fernández Menéndez (Excélsior), «El sistema anticorrupción y la cárcel».
- Yuriria Sierra (Excélsior), «Ok, perdón… ¿y luego?».
- José Cárdenas (El Universal), «Perdón, vida de mi vida».
- Editorial El Universal, «Cruzada anticorrupción».
Por otro lado, persiste la pluralidad. Dos columnas sobresalen: «El poder del sueño», de Federico Reyes Heroles (Excélsior) y «Apología del delito», de Sergio Sarmiento. La primera inicia con Picasso —conocedor y maestro de lo complejo; ejecutor de lo simple— y amarra una frase: «[…] lo demasiado complejo deja de ser bello, deja de extraer esa emoción estética de la cual se nutre la vida». De ahí, con prodigio, salta a un documento brevísimo y oficial del gobierno de Singapur que versa sobre la educación. En no más de dos cuartillas elaboradas y reeditadas desde 1997 está transmitida la esencia primordial de una buena educación; con nitidez lacónica, sueñan con los impactos y los perfiles anhelados. En México, en cambio, parece inviable un documento de tan corta longitud. Por su parte, en cambio, Sergio Sarmiento defiende la libre expresión artística con el caso del cantante Gerardo Ortiz, acusado de apología del delito mediante una de sus canciones que justifican dos asesinatos por una infidelidad. «Una vez que se empieza a castigar a alguien por emitir una opinión o contar una historia, empezamos un camino que inevitablemente lleva a actos crecientes de censura». ¿Qué hubiera pasado si Vladimir Nabokov aún viviera? ¿Lo encarcelaríamos por publicar Lolita?, se pregunta el periodista.
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