Si hiciéramos caso a lo que dicen los finalistas aspirantes a la dirigencia nacional del Movimiento de Regeneración Nacional, el presidente Andrés Manuel López Obrador corre grave peligro, a consecuencia de haber sido un mal padre, que por desatender a sus hijos, estos ya le están disputando el poder sin ningún miramiento y, de paso, aplicar la eutanasia a la nebulosa, misteriosa y mágica 4T.
Debe ser frustrante para el Ejecutivo federal darse cuenta que sus herederos están muy lejos de seguir el lema de Morena: no mentir, no robar y no traicionar. Aunque claro pueden tener la justificación de que el ejemplo recibido del jerarca no ha sido precisamente la mejor manera de predicar y educar, como es de todos sabido.
Apenas va un tercio de su gestión y el primer mandatario debe contemplar, con algo más que un dejo de frustración, el tristísimo espectáculo que ofrecen sus hijos-discípulos, cuya lucha fratricida para suplantarlo o restarle poder -según los dichos de Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado- es apenas el arranque del circo romano que se avecina, previo a las elecciones de 2021.
A este escenario contribuyeron los entenados que quedaron a cargo de Morena, una vez que López Obrador obtuvo la candidatura presidencial, cuya inmovilidad profundizó las diferencias entre los distintos grupúsculos que convivían más o menos de manera civilizada, mientras el líder máximo estuvo al frente; facciones y personajes que dada su naturaleza acomodaticia, estaban al acecho y velaban armas.
Conglomerado que por su misma esencia nunca logró la alcanzar la cohesión anhelada; su actuar subordinado a la máxima autoridad de López Obrador, antes y ahora, de ninguna manera significó ni significa la cancelación de sus intereses particulares, que hoy afloran sin recato para mantenerse o acceder al poder, poco importándoles el proyecto cuatroteísta.
En tanto, el padre del movimiento y ahora presidente de la República debe estar profundamente decepcionado de sí mismo, al ver cómo sus apóstoles reeditan de manera multiplicada sus métodos y procedimientos en su largo y sinuoso andar hacia la primera magistratura del país.
Recorrido en el que fue incorporando a todo clase de políticos advenedizos, en especial los que se adhirieron en fechas cercanas y que vieron en él la oportunidad de obtener beneficios que en otros partidos políticos les habían negado, o bien para conservar prebendas que estaban a punto de perder.
Conocedor de las historias de cada uno de sus más cercanos colaboradores, poco le importaron sus antecedentes con tal de obtener el respaldo que le podían ofrecer; creyó que al integrarse a la 4T quedarían purificados y que la magia de su verbo podría reconvertirlos. El proceso de renovación de la dirigencia morenista le ha dejado en claro el craso error en el que incurrió.
Son momentos de definiciones, en los cuales las adversidades de la gobernanza tanto para el presidente López Obrador como para su partido, tendrán repercusiones en el venidero proceso electoral de mitad de camino. La lucha fratricida entre ebrardistas, claudistas y monrealistas no augura buenos dividendos para la marca Morena, que cada día se desdibuja más.
Las diatribas y descalificaciones que se han arrojado con denuedo los aspirantes a la dirigencia nacional y a los grupos a los que representan, así como la paternidad poco responsable ejercida por López Obrador, dejan sin bandera creíble a ese movimiento.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Lo expuesto por López Obrador sobre el modelo fallido de la Policía Federal, puede hacerse extensivo a Morena:… “no logró consolidarse debido a que le faltó moral y que desde sus mandos les pusieron el mal ejemplo”.