Si algún presidente puede ser considerado neoporfirista, sin duda, ese es Andrés Manuel López Obrador. La aprobación de las reformas al Poder Judicial, por parte del Senado, con la ampliación del periodo al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Zaldivar, y a otros ministros.
Al igual que el mandatario mexicano de fines del siglo 19 y principios del 20, el tabasqueño hace todo lo posible para desvanecer la división de poderes, para lo cual aplica con frecuencia la máxima porfirista de “pan y palo”, aprovechando los pecados pasados de algunos miembros del legislativo y judicial.
Con ambas herramientas pretende el empoderamiento absoluto del Ejecutivo y que nada se oponga a sus deseos de perpetuarse en el poder.
Con una de sus acostumbradas chicanadas, se incluyó de última hora y de manera sorpresiva un artículo transitorio que amplia por dos años el mandato del presidente de la Suprema Corte, Arturo Zaldivar y de los integrantes del Consejo de la Judicatura. La propuesta fue presentada por el senador del PVEM, Raúl Bolaños Cacho Cué fue presentado al final de una discusión de más de cinco horas y se aprobó, sin debate.
El madruguete del cuatroteísmo fue evidente, ya que la inclusión del transitorio es de tal trascendencia no fue discutida en comisiones y no se permitió que fuera debatida en el pleno del Senado de la República.
Aun cuando sería posible revertir este cambio en la Cámara de Diputados, donde Morena y sus aliados tienen mayoría, parece improbable que así suceda.
Esperemos que, en defensa de sus independencia, soberanía y apego al orden jurídico en vigor, los ministros de la Corte den marcha atrás a la actitud invasiva de los senadores, a partir de que Artículo 97 Constitucional, párrafo cuarto, precisa: “Cada cuatro años, el Pleno elegirá de entre sus miembros al presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el cual no podrá ser reelecto para el período inmediato posterior”.
Si los propios integrantes de la SCJN dejan pasar esta reforma en su actuales términos -que son violatorios de lo dispuesto en la Carta Magna- quedaría la impresión que “fueron maiceados”, como ya ocurrió con integrantes del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, cuyo presidente se ha vuelto obsecuente con el ejecutivo, para que no lo juzguen en caliente sobre el origen de su riqueza.
Si una decisión de esta naturaleza no mueve la conciencia, primero, de los miembros del Poder Judicial y no la rechazan, con qué calidad moral podrán impedir la ampliación o reelección del Ejecutivo federal, que poco a poco ha ido cambiando su punto de vista sobre permanecer más tiempo al frente de la Presidencia.
De aquel: “que me den por muerto”, que externaba cuando era jefe de gobierno del entonces Distrito Federal y se le mencionaba para buscar la primera magistratura, pasó a decir -hace unas semanas- que en 2024 se jubilaría.
Durante la mañanera de este jueves 15 de abril de este año, López Obrador manifestó: “En 2024 me voy a ir tranquilo si me lo permite la gente y el Creador, porque ya vamos a dejar arreglado todo”. Es decir, ya está pensando en una Presidencia vitalicia, al más puro estilo de Porfirio Díaz.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Inquietante el silencio en las primeras horas del presidente de la SCJN, Arturo Zaldivar, sobre las reformas al Poder Judicial aprobadas por el Senado.