Los liberales del cuatroteísmo en realidad son libertinos, que lo mismo manosean a mujeres y adolescentes, engañan a la población prometiendo el paraíso y los vuelven más pobres, para beneficiar a sus propios machuchones, y lo más grave, mancillan la Constitución, pues su ADN los lleva a actuar siempre de manera licenciosa.
No hay día en que, faltos de pudor, mientan, roben, traicionen con tal de complacer las ocurrencias y caprichos del inquilino temporal de Palacio Nacional, cuya cosmovisión se quedó anclada en el siglo pasado, con fuertes dosis de naturaleza fascista, aunque -como es habitual en Andrés Manuel López Obrador- niegue su inclinación a transgredir las leyes.
Muchas de las palabras y acciones presidenciales, que son replicadas por colaboradores, huestes y simpatizantes invaden esferas y competencias de personas, grupos sociales, instituciones y leyes con tal de subyugarlos y, con ello, tener el placer de imponerse a los demás.
Así ha quedado de manifiesto en sus propuestas de reformas al marco jurídico, donde más allá de las razones jurídica, ética, social y política, lo verdaderamente importante es que no se le cambié ni una coma. El absolutismo gandallezco en su máxima expresión.
La falta de respeto a las reglas se evidenció desde su consulta gansito para cancelar el aeropuerto de Texcoco, pasando por la promulgación de leyes contrarias a la Constitución y muy reciente, la aprobación de una reforma al Poder Judicial, como plan B, por si llega a perder la mayoría en la Cámara de Diputados.
La justificación de eliminar las malas prácticas en la Judicatura Federal, como influyentismo, nepotismo y corrupción, primero debería erradicarlas de su gabinete, donde se tienen múltiples ejemplos de este tipo de fenómenos, así como en Morena, donde los libertinos han sentado sus reales y prefieren complacer a López Obrador, haciendo pasar a una de sus primas como indígena, que sufrir el látigo de su desprecio.
Eso sin mencionar los impresentables candidatos del partido guinda, exhibidos en redes sociales y, sin embargo, ni siquiera han merecido una amonestación, no obstante ser un peligro para la convivencia entre quienes deben tener tratos con ellos.
El libertinaje con el que actúa el primer mandatario, que es diametralmente opuesto al liberalismo que dice profesar, nos ha llevado a los mexicanos, en primer lugar, a tener condiciones de vida inferiores a las que se tenían antes del inicio de su administración; a la cancelación o inexistencia de satisfactores y apoyos básicos, como medicinas y atención a infantes y personas vulnerables.
La irresponsabilidad con la que López Obrador ha tratado de atender las crisis de seguridad y de salud, se reflejan en el hecho de que durante su mandato se tiene un exceso de mortalidad nunca antes visto. Nos faltan 500 mil compatriotas, atribuibles a la mala gestión presidencial.
Este actuar sin límites -crapuloso- del primer mandatario encuentra eco en Morena y partidos satélite, que estarían dando forma al TUCO (Todos Unidos contra la Constitución), a fin de que López Obrador pudiera permanecer en la primera magistratura “hasta que el creador y los mexicanos quieran”.
Sin embargo, es tal la desilusión social por tanto manoseo legal y por los efectos nocivos de los libertinos del cuatroteísmo que, de acuerdo con los más recientes sondeos realizados en el país, se nota un marcado descenso en la intención del voto por el partido vino tinto.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Vaya manera del presidente López Obrador de decirnos que los mexicanos tenemos que pagar el “minifobaproa” de Pemex, ya que no es del gobierno, ni del Estado, sino del pueblo. Seremos dueños de una empresa endeudada y sin futuro viable a largo plazo. ¡Qué buen negocio!