Al canciller Marcelo Ebrard Casaubón se le va entre las manos la candidatura presidencial y con ello su eterna obsesión de ser presidente de los Estados Unidos Mexicanos, el número 79 en la historia del país, desde que ocupó esa investidura el primer gobernante de México, José Ramón Adaucto Fernández y Félix, mejor conocido como Guadalupe Victoria.
La alcaldía de Tláhuac se ha convertido en un auténtico karma para el secretario de Relaciones Exteriores de la Cuarta Transformación:
Los policías federales linchados en 2004; las acusaciones de corrupción en la construcción de la entonces conocida como la “Línea Dorada” del Metro, y el reciente colapso de uno de los trenes de ese sistema de transporte en la estación Olivos, todo en la alcaldía de Tláhuac, son sucesos que le han marcado y acarreado consecuencias negativas para su imagen y, por ende, para sus aspiraciones políticas.
A la par del descarrilamiento de ese tren, el pasado 3 de mayo, Día de la Santa Cruz e Internacional de la Libertad de Expresión, se produjo el descarrilamiento también de uno de los dos personajes punteros en la tempranera carrera por la sucesión en Palacio Nacional.
Paradójicamente, la otra aspirante a esa nominación, Claudia Sheinbaum Pardo, también señalada como probable responsable por haber, supuestamente, recortado presupuesto para el mantenimiento de la líneas del Metro, entre ellas la 12, tiene la posibilidad de por lo menos administrar la suerte de su rival en la contienda por la sucesión presidencial, al tener la responsabilidad de las investigaciones de ese suceso, por ser jefa de Gobierno de la Ciudad de México.
Al canciller, figura protagónica de la Cuarta Transformación, lo persigue, cual fantasma de Canterville (de Oscar Wilde), la oscuridad del linchamiento de los policías federales, ocurrido la tarde del 24 de noviembre de 2004, cuando él era secretario de Seguridad Pública y el hoy presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, jefe de Gobierno del otrora Distrito Federal.
El jefe del Ejecutivo era Vicente Fox Quesada, por cuyo mando tenía que pasar el nombramiento del jefe de la policía capitalina, de tal forma que legalmente era el jefe de Marcelo Ebrard Casaubón.
Ese día pobladores de San Juan Ixtayopan, de la delegación Tláhuac, detuvieron a tres elementos de la Policía Federal Preventiva, a quienes acusaron de ser secuestradores, por portar cámara y supuestamente tomar fotografías a adolescentes de la escuela primaria “Popol Vuh”.
En realidad los policías federales investigaban sobre narcomenudeo en la zona, según dijeron ellos mismos en una breve entrevista con una televisora, y ante una enardecida turba que los golpeó, los roció de gasolina y les prendió fuego.
Como resultado de esa acción dos policías murieron y sólo uno logró sobrevivir. El entonces secretario de Seguridad Federal, Ramón Martín Huerta, acusó de inacción a la policía capitalina, al mando de Marcelo Ebrard, quien pasados los hechos sólo sobrevoló la zona, acompañado del subsecretario Gabriel Regino, pero no bajó del helicóptero.
Marcelo Ebrard argumentó en ese entonces la imposibilidad de llegar a tiempo por la distancia y por lo complicado del camino, y a la pregunta de entonces por qué sí llegó la prensa al lugar de los hechos, respondió que no es lo mismo abrirse camino un periodista con una cámara o una grabadora, que abrir camino para cientos de policías.
Luego de esos hechos el presidente Vicente Fox destituyó a Marcelo Ebrard y la emprendió en su contra, pero se encontró con la férrea defensa del jefe de Gobierno, quien para proteger al hoy canciller lo nombró prácticamente de inmediato secretario de Desarrollo Social.
“Amor con amor se paga”, parafraseando al presidente López Obrador, quien de esa forma devolvía a Ebrard el apoyo de haber declinado en su favor la candidatura presidencial, luego de unas encuestas que los ubicaban muy parejos para ser el abanderado del PRD.
A partir de lo sucedido en San Juan Ixtayopan, el fantasma de Tláhuac ha perseguido a Marcelo Ebrard, quien ya como jefe de Gobierno fue señalado de apresurar la inauguración de la Línea 12, en medio de señalamientos de ser una obra que presentaba altos riesgos para los usuarios.
La razón del apresuramiento era anotarse “la estrellita” él y perfilar su eventual candidatura presidencial, con ese propósito la denominó la “Línea Dorada”, que de dorada no ha tenido absolutamente nada.
Sobrevinieron varios incidentes, ya en la administración de Miguel Mancera, que sumaron mayores cuestionamientos para el exjefe de Gobierno en el sentido de la existencia de corrupción en las contrataciones de la obra, incluso un informe interno sobre la vulnerabilidad de la misma, por lo que el Metro tuvo que cerrar varios meses para hacer las correcciones correspondientes.
A la par de esos cada vez más severos cuestionamientos y del cierre de la “Línea Dorada”, el hoy canciller salió sigiloso, pero presurosamente del país, y vivió un enmudecido autoexilio en varios países de Europa, particularmente en Francia y España.
Reapareció mucho tiempo después y ya en la tercera campaña presidencial del entonces candidato de Morena, López Obrador, éste lo nombró como responsable de su propaganda en el norte del país, donde cosechó buenos resultados, que le valieron para ser, luego del triunfo, el primer canciller del primer gobierno de izquierda de México.
En ese cargo Marcelo Ebrard ha asumido varios papeles que no le competen, pero que se los tolera el Presidente. Si el tema es sanitario, anda en la compra de vacunas; si el tema es educativo, juega el rol de maestro; si es agrario, se asume como campesino.
Hasta que lo alcanzó de nueva cuenta su karma de Tláhuac con el colapso de la trabe de la estación Olivos, lo cual lo dejó mudo durante varias horas, en comparación con su hiperactivismo previo a esa desgracia, hasta su reaparición en un tuit y, posteriormente, en una conferencia mañanera, en los que se puso a disposición de las autoridades.
La pregunta es si lo seguirá persiguiendo ese karma en las indagatorias que ya se realizan al respecto o le llegará el dharma, con una absolución, lo cual acarreará la inconformidad de tirios y no pocos troyanos.
En Cortito: Nos cuentan que el candidato de Movimiento Ciudadano a la gubernatura de Campeche, Eliseo Fernández, dejó sin explicación alguna a sus paisanos sobre varias acusaciones que le lanzó la candidata de Morena, Layda Sansores, durante el debate de aspirantes a gobernador, celebrado la semana pasada. La morenista le cuestionó al candidato naranja que haya colocado a su hermana Mónica en primer lugar para obtener una diputación plurinominal, además, de darle un sueldo en el DIF municipal de 135 mil pesos, mucho mayor al del que gana el presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo señaló también de desviar más de 30 millones de pesos a empresas fantasmas, cuyo domicilio fiscal son terrenos baldíos. Sansores dejó mudo a Eliseo Fernández cuando le pidió rendir cuentas sobre 496 contratos que tiene en total opacidad; a esta acusación también se sumó el candidato de la Alianza por Campeche, Christian Castro, y los demás aspirantes a la gubernatura, sin que el exalcalde diera una explicación.
Nos comentan que el escándalo por la compra de 70 mil kilos de pollo, que hizo el entonces alcalde de Campeche, Eliseo Fernández, fue otro tema de discusión en el debate entre los candidatos a gobernador y pasó de ese foro a las calles de la capital campechana. Resulta que en una caminata por las calles de esta ciudad se encontraron la candidata de Movimiento Ciudadano, Biby Rabelo, y el de Morena, Renato Sales Heredia, ambos aspirantes a la presidencia municipal de Campeche, y ahí salió el tema a colación. Rabelo se deslindó de esa compra de pollo, que se hizo supuestamente para apoyar a las familias de esta ciudad en medio de la pandemia, pero nunca se supo el destino de este alimento, y argumentó que el tema de los contratos era un asunto del municipio. Lo interesante es que Sales Heredia manejó la situación con mesura, sin caer en provocaciones, sobre todo ahora que las mediciones hablan que el exprocurador le lleva más de ocho puntos a Rabelo para ganar la elección del 6 de junio.
En otros asuntos, en abril la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) a través del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad (SENASICA), otorgó a PiSA Agropecuaria, unidad de negocio de Grupo PISA, el Certificado de Buenas Prácticas de Manufactura (BPM) para su planta en el Complejo Industrial Tlajomulco en donde fabrican productos veterinarios.
En México, un total de siete empresas, incluyendo PiSA Agropecuaria, cuentan con plantas de manufactura de medicamentos y productos veterinarios, destacan las mexicanas MediriLab, Halvet, Lapisa y Bio Zoo, la francesa Virbac y la estadounidense Bayer.
Los certificados de Buenas Prácticas de Manufactura (GMP, por sus siglas en inglés) aplican para garantizar la calidad, seguridad y eficacia en la fabricación de fármacos, medicamentos y dispositivos médicos.