El polémico y enrarecido clima electoral, previo a la jornada del 6 de junio, augura un panorama de turbulencias hasta la calificación de las elecciones federal y locales que, sin embargo, no detendrán la marcha del país, a pesar de ciertos conflictos focalizados.
Lo cierto es que en la presente elección nadie podrá declararse ganador absoluto y nos aproximaremos a un escenario de mayor equilibrio entre las distintas fuerzas políticas lo que, sin duda, nos conducirá a una nueva normalidad política, diferente a la estrenada en 2018.
Un elemento para aventurar un pronóstico como el mencionado, se origina en los declives y las declinaciones de candidatos registrados en los días recientes, muchos de ellos en favor de la alianza opositora, lo que marcarían una tendencia inversa a la registrada hace tres años, cuando lo mayoría de estas acciones eran adhesiones a Morena.
Aun cuando pueda hablarse de una mínima aportación por estos movimientos, es evidente que ya muy cerca de la mitad de gestión, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha tenido un desgaste importante y eso alienta que muchos quieran desligarse del partido gobernante.
La seguridad, la salud y la economía siguen siendo los grandes pendientes de la administración lopezobradoriana que, de por sí antes de la pandemia del coronavirus ya mostraba déficits en cada uno de estos renglones, con los efectos del Covid-19 se acrecentaron y tuvieron y tienen un impacto en el ánimo de la población.
Por más esfuerzos por minimizar daños de parte de López Obrador y su constante intromisión en la campaña electoral, la erosión sufrida durante su gobierno tendrá un costo político. La magnitud está por conocerse el próximo domingo.
Aunque muchos han colocado en un plano secundario la importancia de las 15 gubernaturas en disputa, con base en las últimas elecciones es poco probable vaya haber voto diferenciado entre los cargos federales y los locales.
Es decir, los estados en donde se elegirán al mandatario, congresos estatales y ayuntamientos tendrán un fuerte influjo en la composición de la Cámara de Diputados y, de alguna manera, compensar el desgaste a nivel federal. Es dable esperar, entonces, que a nivel regional se presenten más y mayores conflictos poselectorales.
La llegada de la secretaria de Estado de Estados Unidos, Kamala Harris un día después de la celebración de los comicios servirá de impasse al espíritu belicoso de los contendientes. Y será hasta que se den a conocer los resultados electorales finales cuando conoceremos la dimensión de las protestas e inconformidades.
A pesar de la campaña en contra de las autoridades electorales, tanto el INE como el Tribunal Electoral tienen altos niveles de confiabilidad, lo cual les permitirá soportar las presiones, sobre todo de parte del grupo gobernante que, con bola de cristal, anticipó la existencia de fraudes en su contra.
La nueva normalidad política, en la práctica, empezará el 1 de septiembre próximo, cuando entre en funciones la siguiente legislatura.
La composición de la Cámara de Diputados definirá si los nuevos equilibrios se traducirán en contrapeso del legislativo respecto del ejecutivo y si el orden constitucional seguirá vigente o seguirá siendo vulnerado como hasta ahora.
En cualquiera de los casos, México y sus habitantes no veremos milagros; las dificultades económicas seguirán por varios meses. Esperemos que la mayor ganancia, por encima de las diferencias, sea la primacía de la democracia.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Los encabezados y las principales notas que publica el periódico oficialista, ponen a descubierto la “calidad argumentativa” del cuatroteísmo en el actual proceso electoral.