Ciudad de México, 28 de julio de 2019.- La lluvia ha hecho florecer el campo y la tierra de la Mixteca, la región donde se ubica un municipio de mil 300 habitantes conocido como el más pobre del país.
Sus hombres y mujeres saben que es hora de dejar la Ciudad de México y volver a su comunidad por la cosecha del maíz y, sobre todo, porque por primera vez hay fuentes de empleo en su natal Santos Reyes Yucuná.
Hasta hace un año, llegar aquí era como visitar un pueblo abandonado hasta por su propia gente. Por siglos, los habitantes de Yucuná —que en mixteco significa cerro oscuro— han emigrado a otras ciudades del país para dedicarse al ambulantaje y la venta de semillas y botanas. Es la única forma que han encontrado para sobrevivir.
Pero hoy tiene un respiro este municipio en el que 99.94% de su población padece condiciones de pobreza —en 97.46% es extrema—, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), y donde existe una marginación similar a la que experimentan países de África como Mozambique, de acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
No es que las carencias hayan desaparecido en el municipio más pobre, pero la economía de la comunidad parece reactivarse con los recursos entregados recientemente por el presidente Andrés Manuel López Obrador. Gracias a éstos, en Yucuná pobladores y autoridades comienzan a creer que es posible salir de esta pobreza.
La esperanza es tal que las paredes de ladrillo rojo de su palacio municipal están decoradas con una enorme reproducción del cheque que les fue entregado por el mandatario el 19 de junio y donde se lee la cifra: 12 millones 836 mil 697 pesos.
El agradecimiento se completa con una imagen dentro del inmueble donde aparece el Presidente con el brazo extendido, el día que rindió protesta.
Con esos recursos, producto de la subasta de automóviles de lujo incautados al crimen organizado, en este municipio separado por 283 kilómetros y casi seis horas de viaje de la ciudad de Oaxaca, se valora la construcción de una presa o de una escuela de nivel medio superior.
Los ostentosos vehículos, alguna vez conducidos por narcos, financiarán un techo para estudiar o acabarán con la sed de los habitantes. Al menos así lo proyectan los pobladores.
Con la presa se resolvería el problema del agua que enfrentan, con un desabasto en casi 50% de los hogares, y con la escuela los jóvenes podrían estudiar el bachillerato, algo que por generaciones ha sido imposible en Yucuná, porque hasta ahora sólo cuentan con telesecundaria, platica Alberto Martínez Estrada, el presidente municipal.
“Una represa, porque yacimientos ya no tenemos. Nos falta 50% por abastecer de agua, podemos construir más cárcamos, pero ya no tenemos de dónde agarrar el agua”.
La decisión no es sorpresa para nadie: el agua es lo que más falta, pues en tiempo de sequía todo se complica para los habitantes, quienes recurren a captar el agua de lluvia o recogerla en una barranca; algo que, aseguran, ni siquiera se imaginan aquellos que no viven en pobreza, pero que en Yucuná se ha vuelto común, pues ha sido la única manera de no morir de sed.
Así lo explica Susana Cruz Martínez, una de las 701 mujeres que habitan la comunidad y madre de siete niños, quien vive esta crisis. Ahora, en tiempo de lluvia, recibe agua por la tubería cada ocho días, pero en época de calor camina junto con sus hijos hasta una hora para acarrear el agua.
“En temporada de lluvias sí hay poquita. No alcanza porque somos una familia grande, yo vivo con casi toda la familia de mi suegra, somos más de 15 personas”, platica Susana, quien espera la llegada de su séptimo hijo. A su lado lloran sus otros seis niños.
Al igual que esta mujer, quien desde niña acarrea agua, los habitantes de Yucuná esperan que la construcción de la presa pueda lograrse y no quede sólo en un sueño, pues sólo algunos la reciben en sus hogares por la tubería conectada a los dos yacimientos.
“Hay veces que me siento un poco mal porque casi no hay agua, sí sufrimos”, expresa Susana y agrega que el líquido que apartan en un tinaco y tres tambos la usan para consumo de las 15 personas de la familia y para lavar la ropa. Sólo para eso alcanza.
Pero la decisión de construir la presa y el bachillerato aún no es un hecho, ya que será la comunidad la que lo determine en asamblea, porque aquí en Yucuná se gobierna bajo usos y costumbres (Sistemas Normativos Internos).
“Hemos tenido dos asambleas para que tanto la gente del municipio como rancherías puedan opinar sobre qué vamos a hacer con el recurso. Hay un sinfín de problemas, pero vamos a tratar de remediar los más grandes. Estamos decidiendo. Si es la represa, se tienen que hacer todos los estudios para que quede instalada en el lugar adecuado”, explica el presidente municipal.
El funcionario refiere que la presa que quieren construir se asentaría en el paraje El ombligo, de la ranchería San José Buenavista, en una superficie de 30 metros de ancho y 15 metros de altura. Hasta ahora, aún no se conoce el costo de la obra y apenas empezarán los estudios para saber si es factible.
El problema es que este proyecto beneficiaría sólo a la cabecera municipal y a la comunidad de San José Buenavista, lo que excluiría a las otras tres rancherías de Yucuná, reconoce.
Autoridades de la Coordinación de Planeación y Evaluación para el Desarrollo Social de Oaxaca (Copeval) que, junto con especialistas del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-Unidad Pacífico Sur), han examinado a Santos Reyes Yucuná para conocer las causas de su pobreza, considera viable la aplicación de los recursos para la atención del problema del agua, pero señala que hay otras alternativas a la presa.
“Todo lo que tiene qué ver con el tema del agua va a ser una solución importante para Yucuná, el Instituto de Hidrología de la Universidad Tecnológica de la Mixteca le ha dicho a Yucuná que es importante el tema de las represas, pero es más importante el sistema de captación de lluvia, pero finalmente es decisión de ellos. Sin embargo, cualquier esfuerzo que se haga en materia del agua va a tener un impacto positivo sobre esta población”, considera Juan Pablo Morales, coordinador general de Copeval.
Las otras opciones mencionadas por los investigadores son invertir los recursos recibidos en temas prioritarios como la educación o la capacidad de la comunidad para producir alimentos.
Mientras se define la aplicación de los más de 12 millones de pesos, en Yucuná también avanza la pavimentación de la carretera de acceso a la cabecera municipal, obra que además de mejorar el camino ha servido para atraer a los habitantes que a falta de empleo habían emigrado a ciudades como la capital del país, Puebla y Monterrey.
Desde abril empezaron a regresar los migrantes y como resultado de ese retorno, de ser casi un pueblo vacío, ahora más de 90% de sus habitantes se encuentran en Yucuná.
Han dejado momentáneamente el comercio informal de chicles y cigarros para cosechar maíz, pero sobre todo para aprovechar el trabajo de construcción que llegó con el programa federal de pavimentación de caminos.
Gabino Martínez Estrada es uno de ellos. Hace su servicio como policía municipal y además encontró un trabajo temporal como maestro albañil en la pavimentación de la carretera. Sólo así fue que dejó Monterrey, capital de Nuevo León, y volvió a su comunidad.
“Ya no he tenido que salir, ya estoy más con mi familia, mis hijos, por ahora no hay esa necesidad. Nunca había habido trabajo aquí, me siento feliz”, platica. A sus 34 años, Gabino es padre de cinco niños y reconoce que por ahora es mejor estar en Yucuná que fuera de Oaxaca, porque por la obra de la carretera gana 400 pesos al día.
Es la primera vez que encuentra un trabajo en su tierra, por eso desde niño había tenido que migrar. Por ahora, en la obra laboran 250 personas, quienes ganan entre 200 y 400 pesos al día; pavimentarán siete kilómetros de carretera y en cuatro meses han avanzado tres kilómetros.
El costo de este proyecto será de 31 millones de pesos. Gabino es integrante de este equipo de construcción que ha regresado a Yucuná desde abril, pero sabe que es momentáneo y pronto volverá a salir para regresar al ambulantaje.
Al menos hasta que comiencen los trabajos de la presa y la escuela.
“Toda mi vida he viajado, un mes en la ciudad y un mes acá, siempre ha sido así, por lo mismo de que aquí no hay trabajo, entonces toda la gente tiene que migrar. Creo que este empleo a finales de noviembre ya se acaba, entonces ahí se repite otra vez la historia. Y hay que volver a migrar”, dice Gabino.
Con información de El Universal.