Tal vez la reforma eléctrica propuesta por el presidente Andrés Manuel López Obrador no vaya a representarle una victoria absoluta o avasalladora, pero es factible esperar un “corto circuito” en el bloque opositor, en donde las principales fuerzas que lo integran, PRI y PAN, tienen las manos listas para bajar el switch.
A la “indefinida” postura planteada por el Revolucionario Institucional en torno a la iniciativa del ejecutivo federal para otorgar a la Comisión Federal de Electricidad el dominio casi absoluto en la generación y comercialización de energía, Acción Nacional respondió presentando a un ramillete de potenciales candidatos presidenciales para 2024.
Tales determinaciones, adoptadas por los dirigentes nacionales de los dos partidos, son prueba fehaciente de su nulo compromiso político y exhiben su verdadero interés: salvaguardar los intereses del grupo que los llevó a esa posición.
Ambas acciones son muestra de la falta de respeto a su tradición partidaria, a su militancia, a simpatizantes y a la sociedad en general.
El egoísmo mostrado con la decisión de jugar sus propias cartas, sin tomar en consideración la opinión de las otras partes de la alianza, les resta credibilidad y aumenta la desconfianza ciudadana en ellos, lo cual puede conducirlos a una acelerada extinción como fuerzas políticas.
El comunicado del PRI, en el que da a conocer su decisión es una joya, un monumento a la incongruencia, pues señala que los legisladores priístas “van a ser responsables” con los ciudadanos del país, pero también con nuestras instituciones. Esto quiere decir que en el pasado no lo fueron.
Escudarse en la realización de un parlamento abierto en el Congreso de la Unión para analizar la reforma eléctrica, como propone Alejandro Moreno, líder del tricolor, implica desconocer lo que él mismo aprobó en 2013 y una tremenda elasticidad en sus convicciones personales y partidistas.
Por su parte, Marko Cortés, al ser reelecto como dirigente nacional del PAN, aprovecha la ocasión para, de su ronco pecho, dar los nombres de quienes podrían ser candidatos presidenciales del blanquiazul con lo que, de facto, desecha los acuerdos con el tricolor y con el Partido de la Revolución Democrática.
En sentido estricto, es un agandalle; querer imponer de manera anticipada a su “caballada” o a sus “corcholatas” a los otros integrantes del bloque opositor, vuelve letra muerta la intención convenida de explorar la posibilidad de presentar una candidatura presidencial común.
Del PRD, poco se puede decir, si acaso su mayor afinidad ideológica con Morena y la anemia que lo tiene postrado, lo cual podría orillarlo a desprenderse del bloque.
Estos replanteamientos de los compromisos asumidos por parte del PRI y del PAN harían innecesarios los “toques” que quiere dar López Obrador a la oposición. “No es amenaza ni mucho menos advertencia… aquí tenemos que dar la cara todos, porque se trata de los intereses de todos. No vayan a pensar que van a votar en contra de esta reforma que es para beneficiar al pueblo y nadie se va a enterar”.
Salvo una milagrosa reconexión, existe la duda de cuándo y cuál será la mano, si de los tricolores o la de los blanquiazules, que baje el switch y apague la alianza opositora.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Para el próximo año, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador propone un gasto de 781,300 millones de pesos en programas de subsidios, un aumento de 16% respecto al año pasado. Esto representan 15% de los 5.2 billones de pesos que se prevén destinar al gasto programable.
La CDMX es la más beneficiada: en 2018, se destinaban 39% del total de los recursos a los programas de subsidios, en el 2019 pasó a 55%, para este año recibirá 60 por ciento y en 2022, concentraría 63.5% de los recursos.
@Edumermo